Rusia ahora y siempre es un país agresivo, poco amistoso y con un pasmoso récord de violación a los derechos humanos. No conozco en la Historia un período aún sea breve de democracia; es decir, no han vivido en Occidente, siempre a la espera de un dictador, de un domador para que asuma el poder y “mande”.
Un escenario que parece nunca le ha preocupado a Europa pues esa Rusia de alejada y débil vida europea, donde el horror suprime la libertad, son “vistos desde lejos” porque no han sido almácigo para la vida democrática.
Los rusos que creen y luchan por ella se avergüenzan de ser rusos: artistas, atletas, músicos, científicos, académicos, renuncian hasta al idioma y huyen de la represión del dictador refugiado en un duro y exacerbado nacionalismo por el que entiende podía seguir confiscando y sojuzgando pueblos ex soviéticos al mejor estilo estalinista.
Así utiliza el gigantesco ejército de depredadores y criminales, el típico cóctel de nazismo y estalinismo llenando de escombros y fosas comunes de ucranianos con bombardeos y asesinatos en masa, con gran abundancia de realidad, anexando territorios de este país y entregándolos por delegación a separatistas pro-rusos bajo alegatos de señas étnicas, acto ilegal porque la lengua no puede definir naciones ni fusiones tampoco.
Los bálticos entendieron temprano el neoestalinismo y se refugiaron en la OTAN, subestimada por su salida de Afganistán, a Estados Unidos creyéndole espectadores como fue Obama, o un Trump amistoso, e incluso un Bush auxiliado por Putin para combatir el terrorismo y una Europa como una mera burocracia, y estos son los errores no medidos para iniciar su invasión: desoír a Occidente y desafiarlo; y aunque Crimea fuera reclamable, no supo hacerlo y hoy “su” Rusia y él humillados maniobrando en la tormenta que se ha creado, amenaza con ataques tácticos con armas atómicas a una Europa y USA más fuertes y decididos en su unidad monolítica para repelerle.