Después del barrilito, el cofrecito y otras ventajas propias del privilegio de ser legislador, a lo menos que podríamos aspirar los dominicanos es tener en la Cámara de Diputados algunos barberos con la conciencia del protagonista de la película deCantinflas, puesta en escena en 1952.
Aquel ingenuo barbero, pasante de abogado, fue convencido por sus vecinos para optar por una curul en la Cámara de Diputados, lo que finalmente logra, satirizando el papel de los legisladores de la época y denunciando la corrupción d entonces en el Congreso mexicano.
Más de medio siglo después, en República Dominicana el escenario es similar al que recreaba aquella comedia mexicana, sólo que ahora hay muchos don Próculo y pocos barbero.
Si yo fuera diputado, me alegraría en cada Navidad, por la oportunidad que tendría de obsequiar electrodomésticos, cajas y hasta golosinas. Pero la época que más gustaría sería la Semana Santa ya que sólo para las habichuelas con dulce se distribuyen 13 millones de pesos.
Las canastas navideñas de los diputados tuvieron un valor equivalente a 30 salarios mínimos Pero si yo fuera diputado esperaría con ansías la llegada del Día de la Madre, no por aquello del amor a mamá sino por los 175 millones de pesos que se distribuirían entre los colegas para regalos a las madres pobres.
¡Cuánta bondad!
Sin embargo, yo no me quedaría ahí y procuraría el respaldo de otros colegas sacrificados, a fin de exigir más fueros, privilegios y canonjías, a pesar de los pocos que aportes al país. Ni hablar de la pésima fama por las constantes ausencias, el abuso en la utilización de exoneraciones y privilegios, sin mencionar el transfuguismo.
La buena fe se presume. Y al que afirma mala fe corresponde la prueba. De ahí que sea legal y justo no generalizar y reconocer el esfuerzo y valor de unos pocos que se atreven a nadar contra la corriente.
Para esos la nación está por encima de intereses personales o partidistas, lo que constituye un alto riesgo para su permanencia en la posición, ya que tienden a ser aislado, sino pregúntele a Minou.