La última vez que vi a Silvio Herasme fue en el sepelio de Don Radhamés Gómez Pepín. Estábamos ambos muy afectados y conversamos sobre lo frágil que es la vida y la tanta energía que gastamos en múltiples tareas, cuando lo importante, a fin de cuentas es el tranquilo disfrute de las cosas simples.
Me llevó a mi casa, con su hijo mayor, tan parecido a Clara Leila, y quedamos en juntarnos pronto en la suya, para cenar, promesa ya típica de la dominicanidad que no tiene nunca tiempo ni para reunirse con los amigos.
Me unía a Silvio un afecto especial que desarrollamos a través de Juan BolívarDíaz, cuando él, Aníbal, Virgilio, y Victor Grimaldi, eran parte de un colectivo que compartía la misma ética profesional, es decir no eran bocinas (hoy se dice que hay 1,300 periodistas asalariados por la presidencia, 96 emisoras de radio que dependen de la vicepresidencia y varios hijos de periodistas que viven aquí, pero están nombrados en el exterior).
A Silvio le debo conocer el sur, particularmente a Neyba. Allí conocí a todo el clan de los Herasme y probé por primera vez el chivo sureño y un plato especial, muy picante, el pipián.
Gran conversador, hacía gala de una cultura enciclopédica y de un gran conocimiento de la idiosincrasia dominicana, que yo ingenuamente definía como indiosingracia, refiriéndome a nuestra tendencia a autocalificarnos de indios.
A mi regreso al país no dudó en nombrarme responsable del suplemento cultural del periódico La Noticia, el cual había logrado una gran notoriedad porque sus portadas las hacían tres artistas gráficos de renombre: Frank Almánzar, Carlos Sangiovanni y Alberto Bass. Debo a Silvio el haber conocido a Frank, un ser excepcionalmente bueno, quien falleció muy joven, demasiado joven, de un cáncer en el cerebro.
También el haber conocido a Mateo Morrison, quien me abrió las puertas del grupo de poetas del 65, entre quienes distingo a él, a Jóvine Bermúdez y a Miguel Aníbal Perdomo. También a través de Mateo conocí a la mayoría de mujeres poetas que llegaron a conformar el Circulo de Mujeres Poetas, una de cuyas primeras acciones fue designar a Mateo como “Mujer Honorifica”, por su proverbial generosidad para con nosotras.
A través de Silvio conocí en esos años a su entonces esposa: ClaraLeila, modelo de mujer fuerte y aguerrida, y a través de ella a otras periodistas y mujeres de la misma estirpe: Naya Pereyra y Marta Olga Garcia, entre otras.
Creo sin lugar a dudas que fue el periodo de oro del periodismodominicano, donde había que ser valiente y jugársela para sobrevivir al régimen balaguerista.
Silvio fue estandarte de esa generación. ¡Paz!