Por: Efraím Castillo
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Epithumia es de donde proviene el vocablo epítome, que representaba para los griegos ese deseo fuerte, algunas veces bueno, otros malos, y que se vinculaba al corazón para endosarle los anhelos. En la Biblia griega se utilizaba el vocablo epithumia de la misma manera, a veces en sentido negativo, traduciéndolo como codicia, y otras en sentido positivo, trasladándolo como deseo. El vocablo eros era utilizado por los griegos para expresar el romance; desde luego, un romance emparentado a lo carnal, incluyendo la idea de amar y poseer.
El tercer vocablo griego, storge, era utilizado para representar un afecto de posesión, el cual podríamos definir, ahora, cuando enlazamos la relación existente entre un matrimonio de varios años, donde la pareja siente que ambos se pertenecen, aún el fuego de la pasión se haya desvanecido por el peso de lo biológico. Phileo, el cuarto vocablo utilizado por los griegos para referirnos al amor, fue empleado a menudo en el Nuevo Testamento como un adjetivo —filial— para denominar un tipo de amor hacia los hijos; desde luego, el amor filial es un afecto de relaciones consanguíneas o familiares que puede explayarse hacia lo social, tal como era esgrimido por los helenos. Ágape, el quinto vocablo griego, se utilizaba para nombrar el amor desinteresado, ese sentimiento de abnegación total, donde el que ama lo da todo sin esperar nada a cambio.
Sin embargo, la palabra amor, a pesar de su raíz latina, tiene un origen etrusco y su descomposición nos remite a lo infinito: a, que como prefijo significa no, y mor, que se traduce como muerte. O sea, el amor es la no-muerte, reafirmando los romanos en su lengua que el amor está más allá de la muerte, un concepto que, para mí, es la cima, la síntesis de todas las aditivaciones culturales. Pero también el vocablo inglés love tiene su raíz en live, vivir; y la palabra alemana lieben, tiene la suya en lliber, un vocablo latino que debe traducirse como libre.
Pero como la verdadera raíz de casi todas las lenguas cultas es el sánscrito (ya sean indoeuropeas o nilo-saharianas), y la lengua etrusca, como la misma griega, tiene un origen indoeuropeo, podría ser que amor provenga del vocablo sánscristo amara, que significa inmortal, y que vendría a tener la misma definición del latín, y que una de las lenguas nilo-saharianas más influyentes en el oeste europeo y descendiente del sánscrito —la bereber—, la utilizó para representarla como madre. Sin embargo la palabra sánscrita que significa amor es Abhinivesha, amor a la vida, miedo a la muerte, deseo de continuidad y apego a la existencia.