Opinión

Toda medida

Toda medida

Efraim Castillo

Efraim Castillo
efraimcastillo@gmail.com

Cuál es la medida exacta que no llego a comprender? ¿Podría ser la que contiene la mayor cantidad de lágrimas, la que pervierte el rojo de la flor o aquella que recorre como una superficie de espinas el camino elevado y delgado de la esperanza remota? Pero, ¿cuál es la medida exacta que se dificulta seguir cuando proviene del poder? ¿ La que habla del amor o la que se eleva como voz y hace posible el canto? ¿La de la respiración frente a frente a la mala nueva o la del adiós apresurado frente al asomo de una sonrisa?


Toda medida recorre lo ordinario: se mezcla al polvo, gime bajo la madrugada fría, embota la memoria, acompaña el vuelo de la cigua o estalla de alborozo cuando nace un niño. Pero toda medida es también cómplice de la sombra: se transmuta, subvierte, esclaviza; se vende al mejor postor; se cuela, yergue y escapa.

También, cada medida siente y avizora el lejano estruendo del bosque y es entonces cuando recrudece su discurso de siglos; sobreviniendo así el desdoble donde cada sentimiento se sumerge en el llanto y el análogo se estaciona en el canon, amplificando la nueva noción de historia.


Toda medida es tan solo una partida de tiempo perdido; ese tiempo que se desperdicia entre palabra y palabra, entre pisada y pisada, entre latido y latido, entre zumbido y zumbido; requiriendo el brote de anti-medidas. Así, no se podría señalar la sentencia ni la etiqueta, ni el ardor hacia la furia de los sentidos; no habría voz para nombrar las memorias ni para entrever la profundidad del abismo y cada sonido repercutiría en lo eterno del silencio.

Por eso, no cualquier dios podrá crear la vara para medir la distancia que separa el ave del paraíso del fuego del verano; ni la mordedura diminuta del pez de coral del acecho de la muerte. No habrá dios capaz de medir este memorial de agravios con el peso de esta angustia, ni con la luz que rebota del estanque cuando los grillos silencian sus chicharras.


Toda medida, todo contenido, habrá de convertirse en un sonoro, alado y transparente grito para repercutir en el vacío de los tiempos y en el altar de las imaginerías que perforan los corazones estáticos; aquellos que no saben de latidos ni de la mansedumbre del reposo.

Ninguna medida interrumpirá el sueño ni alterará el ritmo de la marcha al sol, ni impondrá un estándar de rencores. Ninguna medida detendrá la caída de las lágrimas ni los colores del arcoíris frente al júbilo de la alborada.


Ninguna comparación —a excepción de las figuraciones sobre el paisaje verde— podrá elevarse más allá de un horizonte que despierta, Ninguna analogía detendrá las siestas programadas con la imposición de un orden arbitrario; porque cada molde, cada contenido, podrá ser agitación, temblor, presentimiento, y nunca un albedrío sin fronteras o extravío de luz constante.

¡Cómo desenterrar las furias ya partidas! ¡Como achicar la presión de las esperas!

El Nacional

La Voz de Todos