El naufragio de una embarcación cerca de playa Juanillo, en Verón, Punta Cana, en la que viajaban entre 35 a 55 personas con destino a Puerto Rico, se erige como otra aventura que desemboca en tragedia, sin que se sepa cómo organizadores de esas travesías logran convencer a tantos incautos para que costeen su propia muerte.
Las autoridades habían rescatado hasta ayer a 17 náufragos vivos y seis cadáveres en jornada de salvamento y rescate afectada por el sargazo que impide la visibilidad en la zona de mar donde se presume que el jueves último se produjo el infortunado suceso.
Dicen que la mayoría de los ocupantes de esa yola residen en la provincia La Altagracia, una de las demarcaciones con mayor oferta de empleo en los sectores turismo, construcción, agropecuaria, transporte y servicio, pero aun así decenas de personas emplearon sus ahorros para embarcarse en travesía sin retorno.
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Hay que imaginar que quienes reservaron un lugar en esa embarcación estarían al tanto de que en Puerto Rico centenares de dominicanos han sido apresados y deportados por la Agencia Federal de Inmigración (ICE) y que otros muchos permanecen ocultos en sus viviendas para evitar su apresamiento y repatriación.
Entre los cadáveres rescatados figura el de un niño lo que demuestra un alto grado de irresponsabilidad de sus mayores al involucrar a un infante en tan peligrosa aventura, toda vez que aun con las limitaciones económicas aquí, ese menor no tendría mejor destino en Borinquen.
Es difícil creer que alguna autoridad vinculada a servicios de inteligencia o a la custodia de las costas no pudo obtener información sobre la organización de un viaje en yola en una zona de alta densidad poblacional que congregó entre 35 a 55 viajeros en el área de playa desde donde zarpó la embarcación.
No se entienden las razones que tendrían decenas de dominicanos y haitianos para abordar una yola con destino posible a la muerte, con el difícil propósito de arribar a un lugar donde a los inmigrantes los persiguen como ratones y que padece una aguda crisis económica y de generación de empleo.
Duele decirlo, pero en las próximas horas concluirán las labores de salvamento y rescate, sin poder determinar el número de cadáveres que tendrán al mar como sepultura, ni tampoco identificar a los organizadores de ese viaje ilegal. Sólo queda aguardar por la próxima tragedia.