Haití peregrina por pantanos de criminalidad y hambre sin que la comunidad internacional se conduela de su drama, que en cada puesta de sol agrega más tragedia, como la acaecida el pasado fin de semana en Cité Soleil, donde vándalos asesinaron con cuchillos y machetes al menos 187 personas, la mayoría adultos mayores.
Sin poder o sin querer, la Organización de Naciones Unidas (ONU) se limita a contar los muertos que ya pasan de cinco mil en lo que va de año, una cifra que supera el número de bajas en muchos territorios en conflicto, si se toma en cuenta que la geografía de Haití apenas cubre 28 mil kilómetros cuadrados.
Un jefe pandillero identificado como Monel Félix, alias Mikano o Mikanor, ordenó asesinar a todas esas personas de la comunidad de Wahef Jeremie, a quienes acusó de provocar con brujería de vudú la muerte de su hijo, una masacre con la que la ONU conmemora hoy en Ginebra el Día de los Derechos Humanos.
El alto comisionado, Volker Türk, convocó a una concurrida rueda de prensa en Ginebra para proclamar que “debemos detener el flujo de armas hacia Haití«, pero olvidó que las 187 víctimas de Cité Soleil fueron asesinadas a cuchillo y machete.
Es difícil que la tragedia haitiana conmueva a los presidentes de China, de Rusia y Estados Unidos, quienes hoy están muy ocupados con el tema del derrocamiento y huida del presidente de Siria, Bashar Hafez al-Asad y la consiguiente preocupación por la recomposición del mapa de guerra en Medio Oriente.
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La palabra hambre que persigue a 5,4 millones de haitianos no figura en el vocabulario del comisionado Türk ni en el de los líderes de grandes metrópolis, cuyas políticas se limitan a escuetas declaraciones de pesar por el sufrimiento de un pueblo flagelado por la criminalidad, miseria, corrupción e indiferencia. De nuevo se proclama que República Dominicana, que ha sido siempre solidaria con el vecino, no puede asumir como suyo el destino de Haití, porque ese es un compromiso ineludible de la comunidad internacional y de los propios haitianos, compelidos a reclamar auxilio de potencias económicas que hoy voltean rostros.
Taladra el alma el asesinato de al menos 187 haitianos en una comuna haitiana por orden de un jefe pandillero que los acusó de causar la muerte a un hijo suyo con rituales de vudú, una historia de terror que obliga al gobierno dominicano a redoblar la seguridad fronteriza y el control migratorio.