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Trompeta protagonista de concierto

Trompeta protagonista de concierto

El trompetista costarricense José Sibaja actuará como solista en el tercer concierto de la Temporada Sinfónica 2018 de nuestra máxima agrupación orquestal.

El intérprete de fama mundial escogió para la ocasión el Concierto en Mi Bemol Mayor de Joseph Haydn.
Acompañará su ruta melódica en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional nuestra orquesta sinfónica, dirigida por el destacado maestro Santy Rodríguez.

Esta pieza musical se estrenó el 28 de marzo de 1800 en el Burg Theater de Viena, actuando el amigo de Haydn Anton Weidinger como trompetista.

Este había inventado después de siete años de dura labor un modelo de trompeta que creyó perfecto.
Y efectivamente constituyó un importante avance tecnológico de los instrumentos de bronce, limitados entonces a los de la serie armónica natural.

Haydn se interesó por el nuevo instrumento, y admirado por el virtuosismo del solista.
Esa circunstancia lo llevó a escribir su última obra puramente orquestal, la cual perdura hasta hoy.
Se desconoce por qué Weidinger esperó cuatro años para estrenar la composición, que posteriormente no volvió a escucharse durante 129 años.

Sin embargo, es la pieza para trompeta y orquesta más famosa, y una de las obras de Haydn que más se interpreta.

Como sucede en la mayoría de los conciertos del periodo clásico, la entrada del solista se efectúa después que la orquesta presenta los temas principales del primer movimiento.

El compositor no solo presentó a su solista pasajes virtuosos de registro alto, sino además líneas líricas en el registro bajo.

Finalmente Haydn le da un giro más típico al instrumento, consistente en fanfarrias virtuosas y de gran brío.

La Obertura Trágica Opus 81 de Johannes Brahms, pieza que inicia este evento musical, tiene un original y gracioso proceso creativo.

Este compositor no cursó estudios universitarios, pero pasó un mes en compañía de su amigo el violinista y compositor Joseph Joachim, estudiante de la Universidad de Gottingen.

Allí disfrutó del estilo de vida universitario, que iba desde las parrandas con bebidas alcohólicas hasta las clases y los debates.

Pero pese a esta existencia libertina y debido a su exitosa carrera musical, recibió doctorados Honoris Causa de las universidades de Cambridge y Breslau.

El director musical de esta última, amigo de Brahms, le sugirió que expresara su gratitud a la entidad académica mediante una nueva obra.

Nace así la Obertura del Festival Académico, conteniendo una amalgama de canciones estudiantiles populares.

Y como para diferenciarla de su ligereza frívola, el compositor escribió la Obertura Trágica, dirigiendo ambas piezas cuando fue a recibir el título honorífico.
Brahms afirmaba que una obertura reía, y la otra lloraba.

La del Festival Académico fue compuesta rápidamente, mientras la Trágica se gestó durante una década.
Es por eso que la que acariciará nuestros oídos el miércoles próximo posee una estudiada intensidad y considerables dificultades interpretativas.

La parte final de este magnífico concierto la ocupa la Sexta Sinfonía en Fa Mayor, Opus 68 (Pastoral) de Ludwig Van Beethoven, quien escribió en la página de su título que esta obra “era más una expresión de sentimiento que una pintura sonora”.

Pero el teórico musical norteamericano Jonathan Kramer considera que el compositor no cumplió enteramente sus intenciones.

Para fundamentar esta opinión cita de esta sinfonía los cantos de pájaros del final del segundo movimiento, la banda de música pueblerina del scherzo, los zumbidos como de gaita de los movimientos externos y la tormenta, y el tema con canto estilo tirolés del final.

Kramer afirma, basándose en los nombres que Beethoven usó para designar los cinco movimientos de su sinfonía, que el primero todo es sereno como la vida del campo.

Y añade que las armonías son simples y la música permanece en cada área armónica durante un tiempo prolongado.

Describe al segundo movimiento como más literal, y de mayor pintura sonora explícita con cantos de pájaros.

Manifiesta que Beethoven designa la parte de flauta como ruiseñor, al oboe como codorniz, y a los clarinetes como cucú.

El musicólogo expresa que en el tercer movimiento Beethoven describe el adormilamiento de los músicos de las bandas de los pueblos mientras tocan, y lo hace usando algunos instrumentos.

Del cuarto movimiento dice que la tormenta es descrita con rugir de timbales, trémolos de cuerdas y disonancias estridentes.

El himno del pastor del quinto y último movimiento es para Kramer un bello retorno a la lentitud serena del primer movimiento.

Creo que los melómanos que no asistan a este concierto sinfónico cometerán un pecado de lesa musicalidad.

El Nacional

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