El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el premier israelí Benjamín Netanyahu distancian la paz en Palestina, cuando el primero anuncia separar a su país de la UNESCO por el organismo apéndice de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura admitir en 2011 a la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en calidad de miembro.
La decisión arbitraria del gobernante norteamericano propicia la discordia entre palestinos e israelíes, demostrando de manera fehaciente su posición contraria a diseñar un protocolo que culmine con el entendimiento y la paz entre los hermanos de padre que son palestinos y hebreos.
La controversial disposición del presidente Trump, que adquirirá vigencia el 31 de diciembre de 2018, fue respondida por el premier israelí Benjamín Netanyahu con idéntica providencia, disponiendo abandonar la UNESCO, demostrando ambos, desmarcarse de un propósito serio de paz en Oriente Próximo, y en cambio, avivar la discordia e impase que perdura por 70 años.
El presidente Trump justificó el abandono de Estados Unidos de la UNESCO atribuyendo al organismo eminentemente cultural, dominado por una supuesta tendencia anti israelí, cuando en realidad la UNESCO propone insertar a los palestinos y a la ANP en el concierto de países que merecen por derecho propio un espacio en ese apéndice de las Naciones Unidas.
Por su parte, el premier Netanyahu, un redomado halcón que supera a los más recalcitrantes anteriores opuestos a una solución de paz decente, equitativa y permanente en Pal es tina, y que desdice y echa por tierra todas las declaraciones y posturas suyas decantándose por una solución pacífica y definitiva al enconoso disenso que distancia la concordia para soldar la paz.
“Valiente y moral porque la UNESCO se ha convertido en el teatro del absurdo, y porque, en lugar de preservar la historia, la distorsiona”, se pronunció Netanyahu, con la decisión de Trump abandonar el organismo internacional, acotando: “Nunca aceptaremos dialogar con Hamás”.
En el mismo día en que se anunciaban las áridas y aberrantes decisiones de los gobernantes estadounidense e israelí, en El Cairo, con el inocultable auspicio del presidente Trump, secundado por la marioneta del imperio que es el presidente y dictador egipcio general Abdelfata al Sisi, se producía un entendimiento, en la sede de la inteligencia egipcia, clave para una futura negociación con el Estado israelí, entre la ANP representada por Azam al-Ahmed, y Hamás que controla Gaza, por Saleh al Arouri Seff, decidiendo Hamás entregar la autoridad de la Franja y el estratégico paso de Rafah a la ANP, a materializarse el 1 de diciembre de 2017.
Ese hecho trascendental de armonía entre las dos facciones decisorias del espectro político palestino, debió merecer un sonoro reconocimiento tanto del presidente Trump como del premier Netanyahu, y si optaron, tanto uno como otro por abandonar a la UNESCO y silenciar el acuerdo entre los palestinos, traduce un distanciamiento del gran consenso, que es el puno notal que tremola el premier Netanyahu como condición sine qua non para retornar a la mesa del diálogo, interrumpida desde hace tres años por la celeridad de los asentamientos ilegales judíos en Cisjordania y el Este de Jerusalén, es decir, pactar con un solo interlocutor.
Pero cuando se concretiza la exigencia requerida por Netanyahu, la reacción resulta contraria a su predicamento, no solo un contrasentido, sino una demostración palpable de su desdeño por la concordia y el rechazo de la elusiva paz, y una burla e inconsecuencia a todo el entramado de su retórica, que resulta falta de seriedad y grandemente hipócrita y bufa.
Todo el territorio del Estado de Israel debió celebrar con trompetas y serpentinas, ovacionando y celebrando el acuerdo entre las dos principales facciones políticas palestinas, porque se colige debió ser el preludio y el indicio trascendente para concretizar y formalizar una estrecha coyuntura de paz entre israelíes y palestinos, con un solo interlocutor, y ha resultado todo lo contrario.
Concerniente a la irracional decisión del presidente Trump, regresa el fantasma de si él, como sus predecesores, alusivo a formalizar la paz entre hebreos y palestinos, los dos grandes actores ocultos, y no tantos, son el poder judío de Wall Street, o los tentáculos tétricos del Mosad para accionar un magnicidio, en connivencia con la CIA, quienes petrifican el miedo a los gobernantes norteamericanos para solucionar el impase de 70 años de discordias entre hebreos y palestinos.
Alusivo al premier Netanyahu, demostración inequívoca de su obstinación poco disimulada, de concretizar el Gran Israel, con un solo Estado en Palestina, es decir, eternizar la discordia e inflamar los enconos y los odios.
En ambas vertientes, la paz se difumina y desvanece en Oriente Próximo para viabilizar un arreglo definitivo en Palestina entre los hermanos históricos de padre que son hebreos y árabes.
Solo Alá es grande.