En los últimos años, las redes sociales han evolucionado más allá de una simple plataforma para compartir fotos; ahora también son un espacio donde muchos buscan informarse.
Sin embargo, leer en las redes sociales es, esencia, una mala idea. El problema no radica en la calidad de las publicaciones individuales, sino en la estructura misma del feed, un caos organizado por algoritmos que priorizan el entretenimiento y la adicción al “scroll” antes que la comprensión de la realidad.
Pasar de una publicación sobre una tragedia humanitaria al caso de un perro salchicha saltando entre cojines no solo rompe cualquier hilo de concentración, sino que banaliza la información.
Las redes sociales, particularmente “Instragram feed” son el equivalente digital de un arroz con mango: un revoltijo de temas sin orden ni concierto. El sistema no está diseñado para informar, sino para entretener, provocar emociones inmediatas y mantener la atención a toda costa. Esta lógica algorítmica es incompatible con el ejercicio reflexivo de leer, contrastar y entender.
La lectura se convierte en un acto superficial, interrumpido constantemente por estímulos visuales y emocionales que no guardan relación entre sí.
A diferencia de esta experiencia caótica, los periódicos —físicos o digitales— ofrecen una estructura clara y jerárquica. Los titulares están organizados por secciones, los temas se agrupan de forma lógica, y el lector puede decidir qué ruta informativa seguir con un mínimo de coherencia.
Este orden no es casualidad: responde a una ética y un concepto profesional del periodismo que busca facilitar la comprensión del mundo, no entorpecerla.
La moral que sostiene el periodismo implica responsabilidad con el contenido y con el lector.
Quienes trabajan en medios serios entienden que cada noticia debe contextualizarse, contrastarse y jerarquizarse. Esta responsabilidad simplemente no existe en las redes sociales.
Cualquier usuario puede publicar “información”, sin filtro ni compromiso con la verdad o el impacto emocional del contenido que difunde.
En conclusión, leer en las redes sociales es un hábito que debemos cuestionar. No se trata de despreciar la plataforma, sino de reconocer sus límites.
En un mundo saturado de información y desinformación, el modo en que consumimos noticias importa tanto como las noticias mismas. Si buscamos entender la realidad con seriedad, las redes sociales no son el lugar. Dejemos el arroz con mango para el almuerzo y recuperemos la lectura con orden y criterio.
Por: Luis Pérez Fondeur
luishp07@gmail.com