Opinión Articulistas

Un sueño frustrado

Un sueño frustrado

Efraim Castillo

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Los artículos y pequeños ensayos que José Carvajal agrupó en tres partes con el título Mosaico de colores, cuyo primer volumen, Ensayos y crónicas literarias, salió brevemente al mercado en agosto de 2020, exploran retrospectivamente -en una mirada tal vez demasiado nostálgica- el estadio nacional comprendido entre los años 1962-1966, citando el golpe de Estado a Bosch, el asesinato de Manolo y la revolución de abril; eventos que el triunfo de Balaguer deglutió en las arbitrarias elecciones de 1966, llenas de trampas y sospechas.

Fue en esos años sesenta, luego del triunfo de Balaguer, cuando se originó la gran emigración de jóvenes hacia el exterior, concentrándose especialmente en New York, que es la urbe que encabeza el exilio dominicano.

Jean-Paul Sartre describe así esa mirada histórica retrospectiva, que puede al mismo tiempo ser proactiva: “Mirada reflexiva que quiere captar el fenómeno como totalidad y que se ve remitida del reflejo al reflejante y del reflejante al reflejo sin poder detenerse nunca” [El Ser y la Nada —1943].

Por eso creo —es preciso confesarlo—, que en ese neurálgico estadio de los años sesenta la literatura dominicana pudo levantar el vuelo, un vigoroso y despegue hacia su internacionalización editorial; pero el fenómeno, las causas que influyeron en su aislamiento y confinación isleña y de por qué la estructura cultural balaguerísta no hizo nada para impedir que sus autores, talentosos jóvenes llenos de búsquedas y entusiasmos entraran a laborar como creativos en agencias publicitarias, entre los que se encontraban René del Risco, Miguel Alfonseca, Rubén Echavarría, Iván García, Rafael Vásquez, Rafael Añez Bergés, Enriquillo Sánchez y otros.

Las causas del abandono estatal a esa talentosa generación es una materia cultural que requiere estudiarse; es una tarea pendiente que deben enjuiciar los historiadores literarios desprovistos de favoritismos; ese es un expediente que demanda una exhaustiva y rigurosa revisión, en donde se desglosen la temporalidad, los espacios y las sincronías en que se quebró la proyección de aquella joven intelligentsia hacia el futuro; el instante supremo en que dejaron de ser sujetos para la literatura y se convirtieron en sujetos para la publicidad.

A mi generación, a todos los que comenzamos a construir una literatura desinhibida, espontánea y llena de un irrefrenable amor a la creación pura, honesta y ardorosa, dediqué la primera parte de Mosaico de colores, con la esperanza de que Ediciones BAS recogiera en subsiguientes publicaciones todo aquello que arropó -bajo el fulgor de los grandes cambios tecnológicos- un inmenso momento histórico.
Por desgracia, el proyecto editorial BAS no llegó a cristalizarse: un hermoso sueño frustrado luego de tres o cuatro publicaciones.

En el proyecto de Carvajal se diluyó una clasificación encomiable de la historia literaria dominicana y se echó a un lado una de las estrategias literarias que hubiesen aposentado nuestra literatura en el sitial que ha merecido desde hace más de un siglo, sepultado por las nimiedades editoriales del pasado, las cuales sólo sirvieron para alimentar egos y satisfacer vanidades.