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Uso del tiempo para crecer o decrecer

Uso del tiempo para crecer o decrecer

El tiempo de no hacer “nada” debería ser como el de hacer “algo”. Lo paradojal es que no hay tiempo en que no se haga algo. En todo tiempo se está haciendo algo. ¿Qué es ese hacer algo? Supongo, que es emplearlo, darle un uso para crecer o decrecer en la vida biológica o espiritual.
Permanentemente tenemos el apremio de que el tiempo hay que aprovecharlo, digamos trabajando, tanto intelectualmente como manualmente. Pensar con las manos, con la cabeza; pero no hay consumo del tiempo que no esté como totalidad en todo lo que hacemos o dejamos de hacer.
Siempre estamos haciendo algo mientras vivimos. No hay manera de escaparse a no “hacer algo”. Es nuestra cruz. Es la sangre de este río circular, que se llama vivir, con sus variables predeterminadas.
En las divisiones del tiempo, llama mucho a la atención, la denominación de tiempo libre. Es como si fuera un privilegio tenerlo una vez al año, una hora al día. Se supone que el resto (no he hablado de cantidad), del tiempo está atado a algo que fuera o dentro no nos suelta ni en el tiempo libre. Eso de “tiempo libre” pertenece al reinado del derecho laboral. Lo que podría deducirse que solo se tiene tiempo libre dependiendo de lo que se haga, de lo que nos ayuda a estar vivo para que el tiempo, el lineal, haga con uno lo que le da la gana.
Cuando nos asalta que “nuestro tiempo” se está acabando, en lo que hemos estado desenvolviéndonos toda la vida, no nos damos como satisfecho que el anterior tiempo, el supuesto perdido, hicimos por él todo lo que podíamos hacer, valorando hasta el del minuto siguiente, queriendo más y más, sin tomar el tiempo del otro. Nos inventamos que en el tiempo recién transcurrido no hicimos tal o cual cosa, que necesitamos de otro para llenarnos o terminar de llenarnos. Extraña forma de pensar. Los dirigentes políticos son un buen ejemplo.
Sin embargo, no opinamos ni sentimos lo mismo cuando se trata de algo que nada más tiene que ver con el de uno, que nos traerá beneficios. Hay que tener el ojo abierto más de la cuenta con aquellos que quieren completar su tiempo y no el del otro. Generalmente, siempre termina, el que quiere su tiempo para sentirse realizado, perjudicando al otro con su tiempo y a veces con sus consecuencias de las que ya no hay tiempo que valga para volver atrás. Deberíase, por ley, obligarse, que al que ya su tiempo se le acabó, que se quede tranquilo, viviendo de los recuerdos. Que el suyo se agotó, ya no hay nada qué hacer. Le pertenece a otro. Es entendible que muchos conciben el tiempo como poner a empollar una gallina, quieren que cada huevo sea un ciclo de su vida para él sentirse satisfecho, es decir, es lo que hace, hizo o está por hacer, se crea predestinado. La sociedad dominicana está enferma de esos individuos, que siempre encuentran tontos que les siguen el juego, expropiándose, esos elegidos por los dioses, de las horas, minutos y segundos del tiempo ajeno que, para ellos el tiempo del otro como el de ellos son de su propiedad.
Todos los tiempos son un solo tiempo fragmentado, el del día, horas, minutos, segundos. El que chupa el tiempo del otro sin permitir que el otro tenga el suyo o descubra el suyo para su satisfacción de su tiempo y el suyo… no hay termino que lo arrope.
Cada tiempo personal es sagrado. Solo debe dársele a aquello que buscan crecer interna o externamente. Solo así puede el usurpador del tiempo ajeno respetar el suyo y el del otro.
Si el tiempo del otro es sagrado, el propio es un templo. El dedicado con entrega da calidad de vida. Como dice la expresión popular, hay que evitar perder el tiempo con aquellos que el suyo, sino pasó, va por la mitad o llegando al final.
Nuestro entorno está lleno de gente con el tiempo del otro, que es abusada por aquellos que creen que su tiempo es mesiánico, porque son unos expropiadores del tiempo ajeno, pues al que se lo expropian cree que, cediendo su tiempo, va a encontrar el suyo. Lo justo sería que cada quien emplee y se cuide de aquellos que quieren el tiempo del otro para enriquecer el suyo.
El autor es escritor.

El Nacional

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