La agotadora ola de calor, la devastadora sequía y todos los efectos del cambio climático otorgan una trascendencia extraordinaria al acuerdo del Gobierno con Israel para gestionar el agua a través de un plan maestro.

Tras imponerse a las hostiles condiciones del territorio, Israel conoce tan bien como el que más el valor que tiene el recurso que ayudará a preservar y administrar con la mayor eficiencia en este país.

En lo que llega al pacto por el agua propuesto por el Gobierno procede avanzar en la elaboración de un plan para aprovechar un recurso de cuya escasez se teme que se desaten conflictos internacionales.

Por un manejo ineficiente el agua se desperdicia, los ríos y arroyos se secan y la población sufre las de Caín cuando no dispone del líquido para la producción agrícola o satisfacer sus necesidades.

Es verdad que además de una buena gestión, que incluya consecuencias, también ha habido falta de conciencia en la población. Los difíciles momentos derivados de la ola de calor y la sequía no solo avalan el convenio con Israel, sino que deben servir de experiencia a la población para no desperdiciar una sola gota de agua.

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El Gobierno, que dice tener el recurso agua entre sus objetivos prioritarios ha dado un gran paso con un acuerdo que las circunstancias tornan altamente relevante. Lo ideal es que ese proyecto, por su importancia, se inicie sin la menor dilación.