Editorial

Venezuela

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Con su juramentación, la elección de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela es un hecho consumado. Y legitimado con la presencia en la ceremonia de una veintena de mandatarios, entre los que figuraba el dominicano Danilo Medina. Para bajar tensiones y despejar el panorama, el Consejo Nacional Electoral (CNE) acordó realizar un recuento de los votos, una demanda del candidato opositor Henrique Capriles como condición para acatar los resultados.

Tras cuatro días de cacerolazos y disturbios callejeros, que dejaron ocho muertos, más de 60 heridos y decenas de detenidos, Venezuela ha entrado en un período de tensa calma. Y hasta Estados Unidos, si bien no acaba de aceptar la elección de Maduro, ha bajado el tono de su discurso al abogar porque “no se cierren las puertas” entre ambos países.

Al margen de los conflictos con los que tendrá que lidiar en un país fracturado y de la oposición de Washington, para Maduro ha sido muy significativo el aval que ha tenido su elección en toda Latinoamérica, con excepción de Paraguay. De los socios del Mercosur, los presidentes de Brasil, Argentina y Uruguay lo acompañaron en la ceremonia de investidura.

Es posible que las elecciones no fueran un modelo de transparencia y que el Consejo Nacional Electoral se precipitara al oficializar su elección dos horas después de concluir el conteo de los votos. Y más en medio de denuncia de irregularidades y resultados tan ajustados. La diferencia fue de alrededor de un 1.8 por ciento. Pero había que cumplir con el reglamento en cuanto a la juramentación.

El propio Capriles ha bajado la guardia al aplaudir la verificación de las urnas, aunque no sea un recuento voto a voto. Felicitó a los venezolanos y dijo estar seguro de que tarde o temprano la verdad saldrá a flote, al tiempo que desconvocaba las protestas que había alentado en rechazo a la victoria del candidato chavista.

Autoproclamado el hijo y apóstol del finado presidente Hugo Chávez, Maduro, ya oficializado como presidente legítimo de Venezuela, afrontará el reto, entre otras interrogantes, de mantener su legado, con una oposición fortalecida y una nación fracturada. El panorama, en honor a la verdad, no pinta color de rosas. Aunque juega a su favor su experiencia como canciller, exvicepresidente y Presidente de Venezuela.

El Nacional

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