Sobre los resultados de las elecciones de este domingo en Venezuela no hay mayores expectativas. Todo indica que el oficialista Nicolás Maduro tiene todas las de preservar el poder. Y si existía alguna duda, la apoteósica demostración con que cerró el jueves su campaña en la emblemática avenida Bolívar, de Caracas, la terminó de despejar.
Las interrogantes se plantean a posteriori, cuando tenga que gobernar sin la sombra de su mentor, el finado caudillo Hugo Chávez. Con el poder en las manos, Maduro tendrá no solo que imponer su propio liderazgo, sino lidiar con problemas sociales y económicos (como violencia, inflación y escasez de productos básicos) que agobian a todos los venezolanos por igual.
En este proceso el candidato oficialista se ha limitado a invocar la figura de Chávez, de quien dijo que hasta se le apareció como un pajarito, y a garantizar la continuidad de la revolución bolivariana. Por ahora no ha necesitado más para contar con la confianza del feudo electoral construido por su mentor para mantenerse, en vísperas de las votaciones, como el gran favorito.
Aunque el camino luce despejado para el chavismo encarnado por Maduro, no dejan de generar expectativas las demostraciones de fuerza que durante la campaña de apenas 10 días protagonizó el candidato opositor, Henrique Capriles, quien, para más, destila mucho optimismo. No ha de olvidarse que en las elecciones de 2012 alcanzó un 43% como rival del carismático Chávez.
El mayor temor es que pueda surgir una crisis postelectoral si uno de los candidatos no acepta los resultados. Las acusaciones sobre supuestas urdimbres para empañar el proceso que Maduro y Capriles se han cruzado han incrementado las tensiones en un certamen en que la violencia y el miedo se han utilizado como medios de intimidación. Serán ingredientes propios de campañas, pero generan inquietud.
Aún así, desde los sondeos hasta evaluaciones de analistas y diplomáticos estadounidenses dan cuenta de que el ambiente favorece al oficialismo. La sombra y la estructura creada por Chávez durante los 14 años en que ejerció el poder pesan todavía mucho en una nación donde las grandes masas populares desconocían los beneficios de su riqueza petrolera.
De todas formas cabe esperar que estas elecciones, cualesquiera que sean los resultados, antes que dividir más a la polarizada población, sirvan para unificarla, como era el deseo del libertador Simón Bolívar, y para consolidar su sistema democrático como uno de los más antiguos del continente.

