El imperio estadounidense usa la desinformación que difunden las agencias de noticias a su servicio de cuanto acontece hoy en Venezuela, y guarda silencio respecto al repudio internacional a la injerencia de Washington en los asuntos internos de esa nación sudamericana.
Lo cierto es que la administración Biden, con la ayuda de la tristemente célebre OEA, gobiernos lacayos y otros entes de derecha, intenta imponer a la fuerza un gobierno títere en la patria de Simón Bolívar.
No se trata sólo de sacar a Nicolás Maduro de la Presidencia, sino de controlar los recursos naturales de esa hermana nación y destruir el movimiento bolivariano en que se sustenta la soberanía nacional.
No es de extrañar que el grupo de Lima, el gobierno dominicano y la partidocracia tradicional tomen partido y se sumen a respaldar la embestida de Estados Unidos contra esa nación hermana.
Sobre todo, si tomamos en cuenta que en lo que respecta a nuestro país se busca reafirmar a grupos económicos y políticos que necesitan su hegemonía, quienes siempre procuran el respaldo del imperio para sus propios intereses de clase.
La hostilidad de Washington no es nueva, por lo que no deben olvidarse otros intentos como el golpe militar del 2002 y el golpe petrolero del 2003, para revertir el proceso bolivariano liderado por Hugo Chávez.
Recordemos también la agresiva orden ejecutiva de Estados Unidos que califica a Venezuela como una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política exterior de esa superpotencia.
Han aplicado contra Venezuela medidas coercitivas, han llamado al golpe de Estado, y la Casa Blanca amenaza con la intervención militar; pero nada de esto cuenta en el análisis de las cajas de resonancia con la que cuenta el imperio.