El extraño limbo de Quirino
Quienes conocen algo del sistema judicial de los Estados Unidos saben que lo que ha ocurrido en torno al narcotraficante Quirino Ernesto Paulino Castillo (El Don) es algo poco usual o casi inédito, para no decir insólito.
No es usual que un imputado que admita haber ingresado más de 30 toneladas de cocaína al mercado estadounidense, se pase nueve años en una cárcel sin una condena y que de repente se le ponga en libertad sin un grillete, como según dice ha sido el caso del narcotraficante dominicano.
La justicia en los Estados Unidos, cuando se trata de delincuencia común, no funciona de esa manera.
Y ni siquiera en cuestiones del más alto interés geopolítico se tiene una actitud tan irregular, pues cuando surgen esos intereses, los norteamericanos buscan la vía de armar expedientes que resulten en condenas definitivas.
Tenemos el caso del general panameño Manuel Antonio Noriega, quien, cuando dejó de ser útil para los intereses geopolíticos de Estados Unidos, le armaron un expediente por narcotráfico, le derrocaron y llevaron a una corte en Florida, de la cual salió con 35 años en las costillas.
En el ámbito de delitos de drogas, decenas de narcotraficantes de gran calado en Colombia y otras naciones purgan condenas a cadena perpetua en cárceles norteamericanas tras ser extraditados, y muy pocos—de mejor jerarquía—han logrado salir de las prisiones.
Y aquellos que lo han logrado ha sido por colaborar con la justicia, tras lo cual no han podido regresar a sus países, pues al facilitar que la justicia estadounidense haya podido llegar a los peces gruesos del narcotráfico internacional, quedan expuestas a la represalia del crimen organizado.
Estos “colaboracionistas” ingresan a formar parte de lo que en Estados Unidos se denomina «programa de protección de testigos», a través del cual, inclusive, se les cambian determinados rasgos físicos, se les dota de otra identidad y se les aleja de las ciudades donde haya aun sea una escasa presencia de sus paisanos.
En la mayoría de las ocasiones se movilizan a sus parientes más cercanos a los lugares del territorio norteamericano donde tampoco tengan contactos con personas que pudieran proporcionar ubicación para que miembros de los carteles afectados puedan tomar venganza.
Eso se hace mientras los gruesos identificados por su colaboración se pudren en las cárceles si han sido capturados, s son abatidos por las fuerzas del orden en sus países aquellos que pretenden burlar los mecanismos establecidos.