Opinión

Vivencias cotidianas de allí y aqui

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Cinco heridas de la infancia que podrían persistir cuando llegamos a adultos

Generalmente los problemas y/o conflictos que hemos vivido en nuestra infancia presagian cómo serán nuestras características de vida cuando lleguemos a adultos. De modo que, los que seamos padres, o tengamos a nuestro cargo el cuidado de niños, debemos poner atención en las cosas que pueden influir significativamente en su futuro comportamiento. Asimismo sería positivo el ser conscientes en cómo nosotros mismos podremos afrontar las dificultades o experiencias dolorosas de nuestra infancia y que forman parte de nuestra personalidad en el presente.

He aquí un breve resumen de estas heridas emocionales:

1- El miedo al abandono. La soledad es el mayor enemigo de quien la vivió en su infancia. Esto provocará que, por temor a ser dejado antes, uno abandone a sus parejas y/o proyectos bastante rápidamente. Los que han tenido experiencias de abandono en la infancia, tendrán que trabajar este miedo y las murallas intangibles al contacto físico ya que la herida causada por el abandono es difícil de curar.

2- El miedo al rechazo es una herida muy profunda que involucra la no aceptación de nosotros mismos, de nuestras vivencias, de nuestros pensamientos y de nuestros sentimientos. Forja pensamientos de auto descalificación. Quienes han padecido esta amarga experiencia suelen aislarse. Deben trabajar sus temores, arriesgarse y tomar decisiones.

3- La humillación es un sentimiento que se generó cuando sentimos que los demás nos desaprobaban y nos criticaban. Cuidado. Podemos crear estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes y/o malos, así como contando sus problemas ante los demás. Ellos, como podemos haberlo hecho nosotros, pueden aprender a ser tiranos, egoístas y a humillar a los demás como mecanismo de defensa. Si se ha sufrido este tipo de experiencia hay que trabajar nuestra independencia, nuestra libertad, el entendimiento de nuestras necesidades así como nuestras prioridades.

4- La traición o el miedo a confiar suele emerger en su edad adulta cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres, por ejemplo cuando no ha cumplido sus promesas. Se puede convertir en envidia y otros sentimientos negativos, al no sentirse digno de lo prometido y merecedor de lo que otros poseen. Si ha padecido este problema en la infancia, es muy probable que sienta la necesidad de ejercer control sobre los demás, frecuentemente mediante un carácter fuerte. Para superar este dolor se requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.

5- La injusticia, tanto en la niñez como en la edad adulta, puede generarse en un entorno frío y autoritario. En la infancia una exigencia de los cuidadores que sobrepase los límites formará sentimientos de incapacidad y de inutilidad. Las derivaciones en la conducta serán la rigidez, un fanatismo por el orden y el perfeccionismo y, a veces, la incapacidad para tomar decisiones con auténtica seguridad y determinación. Para sanar esta herida se requiere trabajar la desconfianza y la inflexibilidad mental, permitiéndose el fiarse en las demás personas.

El Nacional

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