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Vivir en la alegría

Vivir en la alegría

José Rafael Sosa

Aprovecho dos condiciones de salud que me afectan en estos meses, para llevar un mensaje sobre la trascendencia de ser instrumento de la alegría y apoyo para ser plataforma de paz.

Estando enfermo, con toda la vulnerabilidad que implica, me resulta imposible dejar de reflexionar en torno a la validez de la existencia propia y de los demás.

Vivir en alegría es simple: aprender a existir en paz. El secreto se llama coherencia. Por una tendencia, quien sabrá si excesivamente egoísta, la felicidad la concebimos como una dimensión de los logros y alcances personales.

Nadie le pide a nadie que se olvide de sí mismo, pero no es posible concebir una existencia sólo en función de sí mismo. Nadie le pide a nadie que sea mártir de nada y en la cual los criterios sobre la auto existencia, sean la norma. El resto de cháchara, ilusión, apariencia.

Vivir en la alegría
Una flor en papel puede representar la belleza y la caridad.

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Dificultades siempre las habrá y nos ayudan a evitar tedio, rutina y la uniformidad castrante de cada día. Hacerse uno múltiple en servicios a tu comunidad, a tu familia, a quienes no conoces y por tanto se supone que no aprecias.

El resto es vivir con esperanza. Pedir más que eso, es innecesario. Esa incapacidad empática de ponernos en lugar de los demás es el peor de los cánceres sociales con las agravantes de que para una afección de este tipo, no hay quimioterapia o radioterapia que sirva de nada.

Nadie le pide a nadie que haga milagros entendidos como los ha consagrado la literatura religiosa o el cine. O las crónicas imaginadas. No hay que hacer milagros: en primer lugar, basta con una regla esencial: no hacer daño. Con eso, en este instante, es suficiente.

Pero suponga que su deseo de vivir en armonía esencial, tiene otros lineamientos. Y preguntarse: ¿Es ésta la existencia a la que aspiro? Una en la cual el centro de sus esencias tenga sólo un nombre propio: ¿El mío? El tema es entregarse.

El asunto es vernos en el marco de un entramado social que demanda más que el autocuidado. Es una cuestión que involucra tonalidades y circunstancias que nos ayuden a sublevarnos frente a la Navidad, junto a la discurrencia de una vida a la cual no le perfumamos con las esencias de que seamos capaces.

El quid de todo es compañía. Es vislumbrar que la soledad, aún cuando la ruta sea inacostumbrada. El tema da para mucho. La meta es propósito pendiente.