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Zona Infantil

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Los cuentos son casi tan antiguos como la vida misma. Y es que la costumbre de contar cuentos se ha ido trasmitiendo de generación en generación, de abuelos a nietos, de padres a hijos.
La aventura del agua

Un día que el agua se encontraba en su elemento, es decir, en el soberbio mar sintió el caprichoso deseo de subir al cielo. Entonces se dirigió al fuego:

-Podrías tú ayudarme a subir mas, alto?

El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire, transformándola en sutil vapor.

El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no podía seguirlo.

Entonces las partículas de vapor, ateridas de frío, se vieron obligadas a juntarse apretadamente, volviéndose más pesados que el aire y cayendo en forma de lluvia.

Habían subido al cielo invadidas de soberbia y fueron inmediatamente puestas en fuga.

La tierra sedienta absorbió la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho, tiempo prisionera del suelo y purgó su pecado con una larga penitencia.

La sepultura del lobo
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de lo mucho que le sobraba. Sintiéndose viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado a la puerta de su casa.

¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino? Le pregunto el burrito.

Te daré; ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro.

Murió el lobo pocos días después y el burrito fue a velar en su sepultura. Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenia casa.
Y juntos estaban cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho que les dijo:

Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro.

Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto.

El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una fosa.
Como no tenia suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse.
El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo.

Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, fue a estrellarse sin remedio.

Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha beneficiado.

Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos repartiremos el oro.

El Nacional

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