Si la Iglesia Católica no cambia, perderá gente, y como decía la Marta Lagos, directora de Latinobarómetro, en enero pasado, «a esta velocidad, de aquí a diez años la cantidad de países de América latina que tendrán la religión católica dominante, va a ser una minoría», y esa minoría serán los países más atrasados.
El Latinobarómetro, estudio de opinión pública que aplica anualmente alrededor de 20.000 entrevistas en 18 países de América Latina representando a más de 600 millones de habitantes, pone en relieve este año la caída generalizada de la confianza en la Iglesia y la pérdida de fieles de la religión católica.
Los casos de pederastía clerical son la ruptura para las iglesias en Europa y América, a veces, hasta su ruina por el pago en restitución a miles de víctimas de abusos sexuales por sacerdotes y han determinado el vacío de las iglesias, que son vendidas y transformadas en toda suerte de negocios.
En la R. Dominicana, en los últimos diez años, se muestran más de 10 acusaciones a sacerdotes en nuestro país, incluyendo un Nuncio Apostólico, y sin contar el crimen denunciado en 2005, en el Hogar de la Ciudad de los Niños San Francisco Javier, en San Rafael del Yuna, aún impune.
A pesar de que algunos de los inculpados fueron procesados, la iglesia local no se pronunció en favor de esos niños y niñas victimas, cuyas vidas y las de sus familias hoy están destruidas, como lo refieren en diversos muchas de ellas.
Y la gerencia católica local, evita hablar del tema, mientras mantiene la práctica errada de querer confundir hablando de «asesinar niños» por aborto, cuando se trata de embriones, y es insensible frente a los que si son niños y niñas, víctimas reales del peor de los crímenes, como es el abuso y violación sexual y hasta la muerte.
La iglesia católica dominicana debe abrir la posibilidad de un debate en sus espacios, en los que todas las personas puedan opinar y en los que se pueda hablar con libertad y conciencia de estos temas, para un mayor compromiso y cambio, hacia una práctica menos ritual y más solidaria, que incluya la voz de las mujeres y de las personas más pobres, así como de sus realidades.
La transformación debe ser para escuchar al pueblo, no para manipularlo; para servir a quienes más lo necesitan, no para darles órdenes y abusarles. La iglesia tiene que evolucionar a un modelo más inclusivo, como el de los curas cercanos al barrio.
Necesita cambios profundos porque con la gerencia actual, se está agotando!