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30 de mayo Día de la libertad

30 de mayo  Día de la libertad

El pueblo dominicano conmemora hoy el 56 aniversario del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo, acontecimiento que tuvo lugar gracias a una vasta conspiración, integrada por diversos grupos (uno de acción, otro político y otro militar), que tenían la responsabilidad de ajusticiar al tirano y, una vez completada esta fase, de proceder a una segunda etapa consistente en apresar a la familia Trujillo y a sus principales epígonos con el fin de provocar un recambio en la cúpula política y militar del régimen.

Dentro de los núcleos o células que conformaban el complot, el llamado “grupo de acción o de la avenida” era el responsable de llevar a cabo la eliminación física del tirano.

A principios de 1961, los principales líderes de la conjura habían obtenido la información de que, cada miércoles, Trujillo habitualmente viajaba a su pueblo natal, solo acompañado por su chofer y sin los dispositivos de seguridad de rigor para una figura de su envergadura, por lo que sobre la base de ese dato confiaron en que la delicada y arriesgada misión para ajusticiar al tirano tendría lugar a mediados de semana.

Quiso el destino, sin embargo, que la emboscada mortal sucediera un martes, circunstancia fortuita que provocó que por lo menos tres de los miembros originales del grupo de acción se vieron imposibilitados de participar en el tiranicidio.

Los hombres de la avenida
El grupo de acción que iría a la avenida estaba conformado por nueve personas, que se distribuirían en tres vehículos, pero en vista de que fue necesario actuar con inusitada precipitación antes del día previsto, sólo siete de los hombres que tenían la encomienda de fulminar a tiros al tirano se encontraban disponibles en la ciudad de Santo Domingo.

Los hombres de la avenida fueron Antonio de la Maza, Antonio Imbert Barrera, Salvador Estrella Sadhalá, Amado García Guerrero, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda Pimentel y Roberto Pastoriza Neret, los cuales por lo menos en tres ocasiones (los días 17, 24 y 25 de mayo) en compañía de Antonio García Vásquez y de Tunti Cáceres Michel, intentaron fallidamente batirse a tiros con el dictador.

Aquel martes 30 de mayo de 1961

Tan pronto Antonio de la Maza recibió la noticia de que esa noche “el hombre” iría a San Cristóbal, acto seguido procedió a verificar que dicha información era fidedigna y, tras determinar que no disponía de tiempo suficiente para la reflexión pausada, la planificación cautelosa y mucho menos para tratar de congregar a todos los que debían participar en la emboscada, sin pérdida de tiempo, contactó a los integrantes del grupo de acción accesibles en la capital con el fin de aprovechar la oportunidad que se les presentaría y por la que habían esperado tanto tiempo.

Todo se desarrolló vertiginosamente. De la Maza, con no disimulada precipitación, logró convocar a seis compañeros –algunos personalmente y otros por teléfono-, a los cuales advirtió que la hora decisiva había llegado y que las circunstancias exigían pasar de la teoría a la acción. Dos horas después (Robert Crasweller estima que hacia las 7 de la noche), el teniente García Guerrero se comunicó por teléfono con el ingeniero Pastoriza y le aseguró que había podido confirmar que el hombre saldría esa noche hacia San Cristóbal. Pastoriza, a su vez, contactó a su íntimo amigo, el ingeniero Huáscar Tejeda (que previamente había sido localizado por De la Maza), y de esa manera las personas claves de la conspiración fueron recibiendo la “valiosa información”, como la calificó uno de los héroes.

Tres vehículos intervinieron en la ejecución física de Trujillo. Una vez en la avenida, los miembros del grupo de acción, en las cercanías de la Feria Ganadera, se repartieron las armas y de inmediato decidieron separarse para esperar por su presa, conforme a un croquis que para tales fines había elaborado el ingeniero Roberto Pastoriza. Serían aproximadamente las 8:30 de la noche.

De acuerdo con el plan original, dos de los vehículos debían esperar por una señal de luces para entonces bloquear la autopista y así obligar al carro del dictador a detenerse de suerte tal que el auto persecutor pudiera alcanzar el blanco entre dos fuegos.

En el primer auto, estacionado en las proximidades del Teatro Agua y Luz, en dirección oeste-este, viajaban Imbert Barrera, conductor, De la Maza, quien ocupaba el asiento derecho delantero, Estrella Sadhalá y el teniente García Guerrero, quienes iban sentados detrás (este último iba detrás de De la Maza). En un segundo carro, estacionado a 4 kilómetros de la Feria Ganadera, también en dirección oeste-este, se encontraban el ingeniero Huáscar Tejeda y Pedro Livio Cedeño; mientras que el tercer automóvil, que se aparcó en el kilómetro 9 de la autopista en dirección hacia San Cristóbal, lo conducía el ingeniero Roberto Pastoriza.

Trujillo viajaba en el asiento trasero de su Chevrolet azul celeste, modelo 57, sentado contiguo a la puerta posterior derecha. En el interior del vehículo había tres ametralladoras, además de la pistola de reglamento que portaba el chofer. Trujillo también tenía una pistola calibre 38 así como el maletín que acostumbraba llevar consigo, repleto de dinero en efectivo, pues una de sus divisas preferidas era que “lo que no podía solucionar con las balas, lo resolvía con dinero”.

Nada más avistar el carro en el que viajaba el déspota, los cuatro conjurados se dispusieron a perseguirlo. Con cierta premura encendieron el motor de su auto, hicieron un giro y acto seguido enfilaron en dirección este-oeste tras la codiciada presa.

En el momento en que el vehículo conducido por Imbert Barrera se colocó paralelo al de Trujillo, De la Maza y García Guerrero dispararon sus armas creyendo erradamente que habían fallado los disparos y que el objetivo había salido ileso, pero en realidad no fue así. El disparo de escopeta que hizo De la Maza dio en el blanco y resultó ser mortal para El jefe.

Ante el inesperado ataque, el chofer de Trujillo frenó bruscamente provocando que el automóvil manejado por Imbert rebasara velozmente al coche del dictador. Fue entonces cuando Imbert (urgido por de la Maza) aceleró e hizo un giró en “U”, situándose a unos 15 metros de distancia del objetivo. De inmediato los cuatro ocupantes del vehículo atacante se desmontaron, armas en mano, dando así inicio un intenso tiroteo que, según apreciaciones de expertos militares, duró aproximadamente diez minutos: una eternidad para la magnitud del hecho que allí se consumaba. Trujillo y su chofer también salieron del vehículo, detenido en medio del paseo central de la avenida en posición diagonal (pues De la Cruz quiso intentar un giro a la izquierda para regresar a la capital). Una vez fuera del carro, y parapetados detrás del mismo, el capitán De la Cruz respondía con ametralladora al fuego de sus atacantes, defendiéndose, al tiempo que trataba de proteger a su jefe.

Los dos Antonio, Imbert y De la Maza, tirados sobre el pavimento, solicitaron a sus otros dos compañeros, Estrella Sadhalá y García Guerrero, que los cubrieran ya que tratarían de acercarse al carro de Trujilllo con el propósito de terminar rápidamente el enfrentamiento, que, según consideraban, se estaba prolongando demasiado. De la Maza logró deslizarse por el pavimento hasta posicionarse detrás del vehículo de Trujillo, mientras que Imbert lo hizo por la parte delantera. La intensidad del tiroteo aumentaba cada vez más cuando, de repente, De la Maza, después de haberle disparado otra vez al tirano, gritó: “¡Tocayo, va uno para allá!”.
El tiro de gracia
En medio de aquella lluvia de proyectiles, los atacantes no se percataron de que el chofer del Jefe había dejado de disparar, fuera porque había perdido el conocimiento o porque había abandonado su posición a fin de preservar la vida, replegándose hacia la maleza; al tiempo que Imbert sí pudo notar que una persona, evidentemente mal herida, se tambaleaba frente al vehículo en donde minutos antes se encontraba el hombre más poderoso del país.

Era Trujillo, cuyo metal de voz Imbert reconoció, pues el dictador naturalmente se quejaba de las heridas recibidas o profería palabras que en ese momento resultaron ininteligibles. Un certero disparo de Antonio Imbert Barrera, que Trujillo recibió en el pecho, detuvo su marcha, desplomándose estrepitosamente a casi tres metros de distancia de su atacante.

En ese preciso instante, Antonio de la Maza, a la velocidad de un rayo, emergió de la oscuridad de la noche aproximándose al cuerpo del dictador -que yacía sobre el pavimento “boca arriba, con la cabeza en dirección a Haina”- y le descerrajó un tiro de pistola en la barbilla, al tiempo que exclamó: “¡Este guaraguao no come más pollos!”. En cuestión de minutos Trujillo estaba muerto, y bien muerto. Lo demás es parte de otra historia.

El 30 de Mayo es uno de los símbolos más sublimes de las luchas del pueblo dominicano para conquistar la democracia y es por tal motivo que cada año evocamos dicha efemérides como el ¡Día de la Libertad!

El Nacional

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