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Abinader no tiene quién lo defienda

Abinader no tiene quién lo defienda

Emmanuel Pimentel

Cuando el país se enfrenta a una encrucijada de grandes decisiones, cuando la nación espera que el liderazgo político levante la voz con dignidad y coherencia, el presidente ( nuestro presidente ) se encuentra, una vez más, solo.

Solo ante el juicio público. Solo ante la incomprensión. Solo ante la necesidad de transformar un Estado que muchas veces parece diseñado para el inmovilismo. Y lo más grave: solo entre los suyos.No hay ministros, directores generales ni voceros que se arriesguen a salir con valor a defender las ideas más nobles del gobierno. No hay asesores que entiendan el momento histórico.

No hay funcionarios que asuman con coraje el deber de persuadir a la ciudadanía, de explicar lo que es justo, de dar la cara cuando la verdad duele.

La soledad del poder se agrava cuando quienes rodean al presidente no tienen la autoridad moral ni el crédito político para acompañarlo en sus propuestas. No por falta de cargos, sino por falta de méritos.Veamos la realidad reciente: proyectos fundamentales como la ampliación del Jardín Botánico Nacional para aliviar el congestionamiento vial han sido golpeados por la opinión pública sin una defensa estructurada, sin una narrativa clara que exponga la visión de futuro. ¿Dónde estaban los ministros de Medio Ambiente, de Obras Públicas, de la Presidencia?

¿Dónde estaban los legisladores oficialistas, los voceros técnicos, los aliados estratégicos? Todos guardaron silencio. Y el silencio, en política, muchas veces es traición.Este no es un caso aislado. ¿Cuántas veces el presidente ha tenido que recular o cargar solo con el peso de decisiones difíciles, simplemente porque sus funcionarios carecen de credibilidad o de voluntad para asumir la defensa pública de una causa necesaria? Desde reformas fiscales postergadas hasta proyectos de transformación institucional que se han desvanecido en la tibieza del gabinete, la constante ha sido la misma: un presidente rodeado de mudos, de grises, de ausentes.

Lo que muchos de sus colaboradores no entienden “ o fingen no entender ” es que gobernar no es simplemente ocupar una silla ni administrar un presupuesto. Gobernar es, también, construir consenso, explicar decisiones, defender convicciones, responder con argumentos. Pero ¿cómo defender al gobierno si ni siquiera se está dispuesto a asumir responsabilidades pasadas o a corregir errores acumulados? ¿Cómo hablarle al pueblo con la frente en alto si se ha incumplido tanto?El presidente necesita una nueva generación de funcionarios con estatura política, con sensibilidad social, con pensamiento estratégico y, sobre todo, con amor al país.

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Enmanuelpimentel999@gmail.com

El Nacional

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