Opinión

Abinader y el cambio

Abinader y el cambio

Luis Pérez Casanova

El fideicomiso de Punta Catalina, en torno al cual se ha creado una tormenta mediática con más interés político que patriótico o jurídico, ha resultado un buen termómetro para evaluar, entre otras lecturas, la consigna del cambio que catapultó al podre al presidente Luis Abinader. La termoeléctrica nunca antes había tenido tantos dolientes como ahora que se ha establecido un mecanismo para preservarla como patrimonio del Estado y que juegue su rol en beneficio del desarrollo.

A diferencia de los tiempos en que se hablaba de vender  sus acciones e incluso contratar una firma privada para  gestionarla es ahora, cuando se transparenta el proceso, que aparecen unos defensores que no se sabe si salieron a reclamar que se investigue a fondo los sobornos para la construcción o se aclararan otras irregularidades denunciadas  en la licitación y ejecución de la obra.

El fideicomiso que se ha creado pone de manifiesto el compromiso del presidente Abinader con  el cambio y con la nación. El mandatario bien pudo convertir la termoeléctrica en una fuente de empleo para la gente de su partido, pero no, ha preferido despolitizarla con la designación de un comité técnico encabezado por un empresario como Celso Marranzini, con quien se pueden tener diferencias, pero sin dejar de reconocerle  eficiencia y seriedad en su trayectoria pública y privada. Con la decisión Abinader ratifica que el Estado no es, como había declarado, un botín político ni personal.

En medio de la tormenta se ha tratado de  utilizar una opinión personal de Milagros Ortiz Bosch sobre el porcentaje para ganar en la primera vuelta para aumentar la confusión. La opinión de Ortiz Bosch de reducir el 50+1 al 45 el porcentaje para ganar en la primera ronda no fue, como se tergiversó, una propuesta del PRM. Pero se ha dicho incluso que la idea surgió porque los números no le dan al Gobierno para Abinader, que ganó en 2020 con 52.5%, repetir sin segunda vuelta.

Abinader, que gracias a su obra de Gobierno cuenta con un elevado nivel de aceptación y una reelección garantizada, ha demostrado que no necesita jugar a la política para mantenerse en el poder. Una prueba la representa la despolitización de las plantas de Punta Catalina para preservarlas como un instrumento de desarrollo y no como nicho de empleo para militantes de su partido.

 El escarceo sobre la privatización y el porcentaje electoral tiene sus lecciones para el propio Gobierno. No basta con la proclama moralista que ha enarbolado como bandera de su gestión; Necesita más capacidad de respuesta, que si la tiene, no la usa. Este es un país donde mucha gente cree que la vacuna contra el covid forma parte de una trama internacional para convertirla en zombi.

El Nacional

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