Opinión

Actuación del PLD

Actuación del  PLD

Los políticos, de una u otra manera, son actores. Los partidos, sus compañías de teatro. Utilizan la actuación como instrumento de propaganda política. Eso no está bien ni mal. Es normal. Quedaría por comprobar si los papeles se representan con espíritu de convencer sobre una auténtica virtud, o de conquistar adhesión para engañar.

El PLD domina ese mecanismo casi a la perfección. No importa que la casa se le venga abajo, llegada la hora de la puesta en escena, cada actor asume su rol con fidelidad a lo pautado en un guión escrito con el propósito de alcanzar objetivos bien definidos, que casi siempre se traducen en la obtención o la preservación del poder.

En ese aspecto, los peledeístas siempre han disfrutado de ventaja sobre sus adversarios, los cuales suelen actuar justo en dirección opuesta a lo que debe suponerse y a lo que necesitan hacer para lograr sus metas. No es fácil afirmar lo que prima en la realidad, si la habilidad innegable del PLD, o la torpeza de sus contrincantes históricos.

Es increíble que esto continúe siendo así aun en las horas actuales cuando, quizás como nunca, existe una gran confrontación de intereses a lo interno del partido morado. Pese a ello, siguen manejando con pericia sus diferencias por más profundas que sean, como lo son.

El más reciente y elocuente ejemplo de lo que afirmo es el acto de proclamación del Presidente como candidato para las próximas elecciones. No hay que ser muy perspicaz para percatarse de que se trató de una actividad concebida y ejecutada con profunda inteligencia política, para que más que salieran a colación las bonanzas partidarias, quedaran minimizadas las miserias.

Leonel Fernández, pese a la difícil situación interna por la que atraviesa, en todo momento estuvo consciente de que se trataba de un trago que debía apurar, que lo peor que podía hacer era ausentarse, por toda la rabia que sobre él caería procedente de unos beneficiarios del gobierno que jamás perdonarían a quien osare poner en riesgo tremendo privilegio.

El Presidente, con una lógica previsible. Las derrotas a su adversario se habían concretado. Ahora lo necesita. Era momento de lisonjas, de negar futuras postulaciones y consolidar la cohesión que empuje carro reeleccionista.

En un escenario como el dominicano, tanta falsía tiene mayores posibilidades de eficacia como derivación lógica de dificultades para deslindar lo real de lo simulado en ese despliegue de histrionismo.

El Nacional

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