De China se puede decir cualquier cosa en el terreno político-económico, pero lo que resulta innegable es que el accionar de Pekín se corresponde con una visión estratégica sobre el concepto de proyección hegemónica global, sin que esto implique su determinación de colocarse por encima del resto de las potencias mundiales apoyándose en el fortalecimiento de sus actividades productivas, comerciales y financieras.
¿Y qué decir de Estados Unidos, en cuanto principal economía del planeta y foco central del poderío militar en base a los avances tecnológicos en la esfera de la producción de armas y pertrechos bélicos de todo tipo?
Los ojos geopolíticos del globo terráqueo están dirigidos al enfrentamiento comercial y financiero entre Estados Unidos y China, pasando por la esfera de la producción de bienes y servicios. Pero el terreno financiero resulta vital en esas contradicciones. El gigante asiático busca más incidencia dentro de los flujos financieros internacional, en tato que la economía del billete verde aspira a eternizar su moneda nacional como divisa por excelencia de la economía mundial.
Al efecto, debe recordarse que a raíz de la salida de la moneda virtual se criticó mucho la incidencia de las instituciones del Estado en la creación del bitcoin, una de las primeras y más reconocidas monedas digitales, llegándose a pronosticar su corta vida financiera, pues se descartaba que el Estado llegase a asumir su existencia.
Ha pasado el tiempo y tanto la banca privada como los bancos centrales del mundo han reconocido el valor financiero de las monedas digitales. Así, China ha creado ya de manera pionera el e-RMB, moneda que se encuentra bajo el estrictico control y aval institucional del banco central chino.
El dólar no nació para perdurar dentro de la aceptación financiera global por los siglos de los siglos. Surgió al calor de los acuerdos de reordenamiento de la economía mundial tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Washington emergió como el centro político-militar de la postguerra. Tanto su infraestructura productiva como los requerimientos de consumo de la economía civil no experimentaron deterioro por el fuego de la conflagración bélica mundial.
Alrededor del 62 por ciento de las reservas internacionales se concentran en dólares, en tanto que un 18 por ciento corresponde al euro (moneda única europea) en tanto que un 2 por ciento pertenece al territorio monetario-financiero del yuan (renminbi, que es el nombre oficial de la moneda china) ocupando un lugar marginal -si se permite la expresión- dentro del escenario de las divisas internacionales.
El dólar continúa siendo la divisa principal de las transacciones comerciales internacionales, pues se calcula que el 88,3 por ciento de las operaciones de compras y ventas de bienes y servicios se hace a través del billete verde, mientras que un 4,3 por ciento de éstas se ejecuta mediante el uso del yuan chino.
La incidencia cotidiana del dólar dentro de la economía mundial (en especial su uso dentro de las transacciones comerciales de petróleo) continuará siendo una prueba cotidiana de que el adiós a la fuerza monetario-financiera del billete verde no está a la vuelta de la esquina.