Se nos ha marchado María Cristina Camilo, y con ella un pedazo invaluable de la historia dominicana. La primera dama de la radio, el primer rostro que vimos en la pantalla chica, la voz que por décadas llenó de elegancia, fe y alegría nuestros hogares, partió a los 107 años dejando una huella imposible de borrar.
Hablar de María Cristina es hablar de nobleza, de espiritualidad, de una mujer regia y extraordinaria que nunca conoció el escándalo. Siempre activa, positiva y saludable, irradiaba optimismo y ternura. Creyente firme en Dios, con una vasta cultura y una sencillez admirable, se convirtió en un ejemplo de vida para quienes la conocimos y admiramos.
Tuve el honor de reconocerla en uno de los tomos de mi libro «Grandes Dominicanos», y desde entonces confirmé lo que muchos ya sabían: María Cristina era mucho más que una locutora brillante; era un ser humano excepcional, lleno de amor y bondad.
En cada palabra que pronunciaba, en cada gesto, se sentía su autenticidad y su pasión por comunicar. Su partida duele, pero también nos invita a celebrar una vida bien vivida, sin manchas, sin sombras, con una luz de quien supo ser guía e inspiración.
Con María Cristina Camilo despedimos a una amiga querida, a una gloria de la locución dominicana, a una mujer que nos enseñó que la grandeza está en la fe, en la entrega y en la coherencia de vivir siempre con dignidad. Descansa en paz, querida María Cristina. Tu voz y tu ejemplo seguirán siendo eternos en el corazón de tu pueblo.