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Adiósa Francisco

Adiósa Francisco

Susi Pola

Francisco fue papa desde el 13 de marzo de 2013 hasta su fallecimiento ayer, sucediendo a Benedicto XVI, renunciante al papado en momentos en que la imagen de la Iglesia Católica era presa de una sucesión de escándalos de corrupción, conflictos internos y el descubrimiento de una historia prolongada de abusos sexuales clericales.

Con 76 años al momento de ser elegido Papa, a una edad que pasaba de la indicada, cumplió por 13 años la misión de ser sucesor de san Pedro en el gobierno universal de la Iglesia Católica como cabeza visible de ella y padre espiritual de ella.

Frente a su viaje final, hay que decir que fue una entrada de aire fresco con su carácter afable, personalidad cálida y humilde, muy amado durante su papado, pero, también, criticado fuertemente por los sectores conservadores dentro y fuera de la Iglesia.

Como primer Papa latinoamericano y de toda América, logró en parte solidificar el gran cambio que atraviesa el catolicismo desde el siglo pasado. Según datos de la Oficina Central de Estadísticas de la Iglesia, de los cerca de casi dos tercios de personas católicas en el mundo, asentados en Europa, el 48% está en América y 28%, en Suramérica.

Escogió el nombre de Francisco apelando a su espíritu sencillo y humildad, por San Francisco de Asís y, acorde con tener una Iglesia pobre para los pobres, se alejó de la pompa habitual del Vaticano, rechazando limusinas y eligiendo vivir humildemente en un apartamento de 40 metros, en la vecina residencia de Santa María y su primera visita oficial fue a la isla de Lampedusa a la que cada año llegan miles de migrantes africanos.

No podía ser de otra manera: fue el primer papa jesuita, orden que se caracteriza por su espiritualidad y su compromiso con la justicia social, razón por la que, además, fue rechazado por los sectores más conservadores del Vaticano que no soportaban su austeridad cristiana, al fin.

Esos sectores, en un hilo largo e histórico, no aceptaron que Francisco buscara de transparentar las cuentas opacas de la Iglesia y estableció la Secretaría de Economía para supervisar las finanzas de la Santa Sede.

Ni que abriera la Iglesia al mundo exterior como nunca se había hecho con el diálogo religioso respetuoso y acercándose a otras religiones, promoviendo la paz.

Con la frase “la Iglesia no tiene las puertas cerradas a nadie”, abrió sus puertas a la diversidad recordando su base cristiana.

Será inolvidable positivamente.