Falso debate
Desde mi óptica el “debate sobre el debate” no deja de ser una táctica de campaña electoral de candidatos que están muy por debajo (o que son casi inexistentes) en las encuestas acreditadas. Con insistencia buscan promover este tipo de debate-espectáculo-mediático como se presenta en los Estados Unidos o en España, para congraciarse con cierta clase media alta educada que también lo exige en las redes sociales, no necesariamente con propósitos prosélitos, aunque en ciertos casos la intención de favorecer un candidato o de perjudicar a otro es inocultable.
Los asesores políticos profesionales que han trabajado en múltiples campañas son escépticos en cuanto al valor electoral del debate formalizado que, en algunas naciones, es mandatorio por ley. Resulta que, como hemos visto en los debates de los aspirantes presidenciales republicanos, es siempre posible que el mismo derive en un “show”de mal gusto donde sólo se satisface el morbo del televidente y no se verifique un real aporte a los electores sobre las condiciones y propuestas de los candidatos.
Por demás existe un riesgo real de lo que se denomina la “mitificación del debate”, porque “Cuando en un país se organiza por primera vez algo obtiene con frecuencia dimensiones mágicas” (Durán Barba y Nieto, 2010). Sucedió en las elecciones presidenciales ecuatorianas de 1984 cuando en un momento del debate León Febres Cordero le dijo a Rodrigo Borja “míreme a los ojos”: él no lo hizo y muchos creen que ese incidente decidió la suerte de la elección. Este hecho no fue medido y, sin embargo, entre los “votantes fanatizados” se instaló esta leyenda urbana que, en términos científicos, nunca se correspondió con la realidad electoral de ese momento.
Estoy convencido de que por las cualidades intelectuales y morales, su vasta trayectoria política y ser ya un estadista probado, al presidente Danilo Medina no hay candidato alguno que le pueda ganar un debate “face to face”. Ahora bien, no luce una decisión inteligente exponerse a que alguno de ellos trate de obtener alguna ventaja mínima con infamias y artimañas contra quien tiene una alta valoración ciudadana de su persona, de su obra de gobierno y una intención de voto que sobrepasa el 60%.
Personalmente, y como ciudadano ocupado en mejorar la calidad de la democracia dominicana, quisiera el debate entre candidatos presidenciales. No obstante, comprendo que los asesores del candidato Medina le recomienden fuertemente no participar en el propuesto esta vez porque, si bien tendría poco que arriesgar, también tendría muy poco que ganar. Por igual, tampoco veo el beneficio para la ciudadanía que tiene a diario, con sus intervenciones y discursos públicos, manifestaciones de sobra para forjarse su opinión sobre los candidatos.
Al efecto, sugiero que si algún amable lectora o lector no ha aquilatado aun los atributos de los dos candidatos punteros, favor vean sus respectivas y recientes comparecencias ante la Cámara Americana de Comercio y pregúntese: ¿son importantes la experiencia, el conocimiento y una visión clara en el manejo del Estado para lograr la estabilidad económica que se requiere para crear riqueza y empleo y mantener la paz social?; ¿vamos a consolidar los logros tangibles de este Gobierno o a entregar el barco a un capitán inexperto que lo llevaría a la deriva? Piénselo bien.