¿Qué es “campaña sucia”?
A mis cincuenta y pocos años años he participado activamente en casi una docena de campañas electorales en las que he adquirido algún tipo de conocimiento empírico, más el teórico producto de lecturas y cursos sobre mercadeo político. En todas he visto y accionado en tácticas de ataque y de denuncia que, en escasas ocasiones han sido efectivas. Más son válidas mientras no alcancen la categoría negativa de campaña sucia la que, está demostrado, afecta más a quien la promueve que a quien la padece.
Si bien denunciar y atacar no son sinónimos de hacer campaña sucia, los límites entre las tres acciones tienden a ser imprecisos. Pero antes de arremeter contra un adversario porque se decida que esta es la mejor manera de ganar adeptos en una campaña electoral, consultores políticos experimentados y exitosos como Durán Barba y Nieto (2010) consideran necesario y previo hacer “un balance de costos y beneficios que permita saber si con ese ataque nuestra posición se fortalece o se debilita”.
Uno de los más destacados precursores del enfoque científico en las campañas electorales, el estadounidense Joseph Napolitan (1995), se ocupó en discernir entre los diversos tipos de ataques y/o denuncias. Afirma que es una obligación moral y no campaña sucia revelar información de que el adversario representa un peligro para la sociedad si es elegido porque ha robado cuando fue funcionario público, siempre que se tengan pruebas fehacientes de la comisión del delito: “que la denuncia sirva para conseguir votos es más discutible”.
Por igual, consultores como los ya citados debaten sobre si la campaña sucia tiene efectos en el resultado de las elecciones: ¿en qué medida el accionar nada ético de divulgar calumnias, hurgar en la vida privada e inventar inmundicias para insultar, agredir y hacer daño al adversario podría sumarle adeptos al candidato que promueve este tipo de fechorías? Por demás, el internet y las redes sociales permiten hoy que muchos charlatanes difundan falacias y calumnias sin el riesgo de ser identificados.
Viene a cuento la filtración informática de los ya famosos “Panamá Papers” que prejuzgan actuaciones financieras ilícitas de todas las personas públicas, sean políticos, funcionarios o empresarios, que aparecen en compañías de carpeta y con cuentas bancarias en este país centroamericano que, técnicamente y a mi entender, dista mucho de ser un “paraíso fiscal”. Me consta que lo que sí promueve esta nación son servicios legales y sobre todo financieros altamente eficientes que, en mi experiencia profesional, son objeto de una fuerte regulación bancaria.
Si como se ha anunciado al país se aproximan denuncias y ataques basados en estos documentos, primero debe indagarse en detalle las operaciones financieras hechas por estas empresas y sus accionistas dominicanos en Panamá para determinar si implican actuaciones de evasión o elusión fiscales o lavado de activos. Si no se profundiza en esta investigación y se difunde esta data de manera indiscriminada, se tipificaría una “campaña sucia”.
Como esta amenaza proviene de la oposición, es menester tener en cuenta que, como sentencian Durán Barba y Nieto: “En la práctica, muchos líderes que pretender hacer carrera con ataques disparatados terminan con una imagen desastrosa, sin credibilidad”. Lo que sería una lástima para candidatos jóvenes con un brillante futuro político.