Imaginemos que el mar es el mismo viaje (lamar), el marinero escalando las pestañas de nuestra mirada, nuestro asombro el viento levantando olas, ruta hacia islas y faunas y floras; imaginemos nuestro hogar eterno en la vela y nuestro corazón latido de velero. No será difícil si en sus Aguas carpias nos embarca Fireley, nuestra poeta.
De ella digamos que ha fijado la cosa hermosa, el canto de acentos y sílabas marinas, densa y seria Fereley Uribe. Es una gran alegría navegar junto a ella entre sus visiones de almirante, forjadas a fuerza de su voz de navío, aventurera, clásica y renovada.
Nació en Santo Domingo el 5 de octubre de 1981, habitante de Libra, estudió Letras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), además de poeta es ensayista. Los poemas presentados aquí pertenecen a su libro inédito Caroliniana.
Fireley Uribe
Aguas carpias
Muy al norte de la borda
irrumpe sobre la tromba y olea,
en sinaquel o coneste,
una barcaza blanqueada a sal de cales y a brazos de oteo.
Ésta, tróclea de un pulpo horizonte,
también conmovió a cerros y a palmeras…
entonces brilló en todo beneplácito la flora.
Aquel nao de flor fue progenie,
y tales hojas marineras
-las de la canoa-,
aún allá en ponto hondo,
donde la calma y la duda reposan de forma tibia,
soltaron la voz:
¡Ancla al mar el ardor de huestes!
¡Anclado al mar está el al ardor de las noches primeras!
I
Trinca el Caribe y rema el viento ráfagas de mayo.
Masca la mar pujante;
la ínsula se limpia y se acicala.
Al otro canto la hondonada sortea el ingenio
porque no hay burla en un impulso en impedimento,
y las aguas de mayo chocan con las de junio
y caen todas en agosto.
II
Otra era la era de su valva viva,
recubierta en olareda,
traída en la concha fina copa fondo de mar.
Como el poeta mismo,
érale épico todo lo contenido en ella.
Sus aguas,
llovíanle a un borde con sigilo,
y al otro,
aún culmen,
iniciaba el fin de aquel hábito de siempre.
Gota calda
aelada
gemida
gen de coral vivo.
III
Ponto amplía inmenso y suspendido todo cristalino,
toda zónula esclerótica cámara anterior,
todo fisgo gavío.
Ponto, muestra grande la luna;
la luna de un mar livardo en peces,
luna de un agua briol,
agua entenada en obencatura.
Entonces llena en aleto branquio leva la vida ovípara,
empernada, rebosante de un mucho admirable;
y estalla bullente todo corazón
hervido de un algo que alma.
Clarea la costa y adriza una luz de amante almadía;
andarivel, gruesos los vientos a bordo,
abarloante, vivo en el pecho de cuanto posee habitadura.
Herraje, belleza de un bello siniestro.
Hermoso en segunda andana de aldís aferrado.
Aldís,
aldís y bita en el frente alteroso de nuestros ojos;
en la aduja o vuelta de troca,
en la calma que espera paciente
uno y mil en riel olarada,
en miel cimiente,
en el cerco marco de miel almadraba.
Gargárico gargarismo
Asalto el
pie de
monte, y
revuelca cortejo; vuelco
lábil.
Trinca y recopila bísel a su
Limen. Vio, calló.
Trinca a salto y palmotea
mi cortejo, su despojo, el
manojo de ellos.
Allá el recoleto y vuelca
malicioso y asalta
manirroto. Volco mío, vuelco
de él, volco de tú.
Van y recopila, recopilo
asaltos. Recopilo fluídica y
despojo y cortejo de tú palmoteando
herrajes y gargarismos y pierdo.
Y siempre palmoteo y
siempre pierdo porque callo;
trinco piedemonte.

