Los participantes directos en el ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo el 30 de Mayo de 1961, civiles y militares, lavaron con la gesta la complicidad que pudieron desplegar con el régimen de 31 años.
Ocurrió igual con la Iglesia Católica, sus prelados y curas, quienes con excepciones como las del padre Ricardo Castellanos, estuvieron desde 1930 a la diestra criminal del tirano y de su tiranía.
Dos y cuatro años después del acontecimiento, la historia emboscó a dos de los supervivientes del ajusticiamiento y a prelados y curas de esa iglesia.
Todos participaron en el golpe de Estado del 25 de setiembre de 1963 que derrocó al gobierno del Partido Revolucionario y de Juan Bosch, el primero en ser elegido de manera democrática desde 1928.
Y todos estuvieron de parte de Estados Unidos durante la invasión del 28 de abril de 1965.
La crónica histórica no dejará de reconocer el heroísmo y el martirio de los integrantes del plan de acción y del plan político del ajusticiamiento ni la valerosa participación de los obispos y sacerdotes pero les anotará un voto de firme censura por la participación de los generales Antonio Imbert Barrera y Luis Amiama Tio y obispos en el derrocamiento de 1963 y a favor del atentado contra la soberanía de la invasión norteamericana de 1965.
Imbert Barrera, la figura más destacada en el testaferrato de los invasores de 1965, participó de manera directa en la gesta y Amiama Tio era de los cabecillas de la acción política que debió seguir al ajusticiamiento de Trujillo.
Contra Trujillo, de 1959 a 1961, se destacaron los obispos Francisco Panal, Thomas OReilly, Juan Antonio Flores, Octavio Antonio Beras y hasta el ya muy anciano Ricardo Pittini.
Con excepción del tercero y del quinto quien ya había muerto-, los demás tuvieron una posición de primer orden entre los conspiradores de 1963 y los entreguistas de 1965, como varios sacerdotes algunos de los cuales eran capellanes de las Fuerzas Armadas.
Cabecillas de la conspiración fueron también la diplomacia de Estados Unidos, los jefes militares trujillistas de las FFAA y un sector importante de la clase dominante y el empresariado.
El golpe de Estado de 1963 y la invasión de 1965 retrotrajeron al país a una suerte de neotrujillismo que se confirmaría con el regreso al poder de Joaquín Balaguer, impuesto en 1966 por los norteamericanos.
El golpe llevó a la revolución constitucionalista y guerra patria de 1965 que tuvo como protagonistas a los demócratas y patriotas dominicanos frente a soldados enviados por Washington en la segunda invasión del siglo pasado.
Aunque el país ha avanzado en cuanto a ejercicio de libertades y derechos, el golpe de 1963 y la invasión de 1965 parecen haberlo condenado al imperio de una democracia convenenciera y un caudillismo clientelista que lo mantienen muy cerca de la corrupción de la dictadura y de la tiranía.

