San Francisco de Macorís ha cobrado fama como ciudad violenta, pero los hechos sangrientos de los últimos días han elevado la preocupación entre los munícipes. Que las diferencias no se diriman a través del diálogo o de los tribunales y que por cualquier simpleza se recurra a las armas aterroriza a los residentes en la pujante urbe nordestana.
Hace unos días que el joven Diego Alcalá María, hijo de una regidora del PRM y de un fallecido deportista, murió de un disparo porque supuestamente el vehículo que conducía obstruía el paso del de su agresor.
Ese suceso consternó a la población, así como la del cantante urbano que se identificaba como MC Yow, hecho del que se acusa a una cantante y otras personas. En las últimas horas un ebanista fue abatido a tiros y otras dos personas resultaron heridas en el barrio Santa Ana.
Pero ya antes, como otro eslabón de la oleada de violencia que estremece al municipio, tres personas habían sido acribilladas en una barbería. San Francisco de Macorís necesita no solo más seguridad, sino que se desmonten los factores que provocan la espiral sangrienta.
Apresar a los homicidas y determinar las razones de cada uno de los sucesos es un paso fundamental, pero no el único para restaurar la seguridad y garantizar el orden público. El clima propiciado por la ola de violencia en San Francisco de Macorís limita las actividades comerciales y productivas y fomenta la desconfianza en la población.

