Con su categórica afirmación de que en 2012 no habrá reforma fiscal, el presidente Leonel Fernández ha llevado alivio a una población harta de sufrir efectos de frecuentes remiendos tributarios cuyas urgencias están dadas por el excesivo gasto público o transferencias presupuestarias que van a parar a sacos rotos.
Declaraciones difíciles de acoger hechas por un senador oficialista revelaron la posibilidad de que el Gobierno apurara imponer o recomponer impuestos como forma de afrontar el déficit fiscal, lo que al fin y al cabo significaría mayor carga para clase media y sector productivo
El presidente Fernández ha dicho, y repetido: No habrá reforma fiscal, no habrá reforma fiscal, expresión que despeja angustias colectivas porque una iniciativa de esa naturaleza sería más que traumática si se intenta aplicar de manera improvisada y unilateral durante un período de transición.
Se sabe que la Constitución de la República ordena al Ministerio de Economía y Planificación elaborar con el concurso de las fuerzas vivas de la nación una Estrategia Nacional de Desarrollo con efecto de largo plazo, en cuyo marco debe insertarse una reforma fiscal integral que garantice mayor ingreso, calidad del gasto, equidad tributaria y justa redistribución de la riqueza.
Es poco más que imposible que una reforma de esa naturaleza y alcance, que requiere de la participación activa de todo el abanico político, social y económico de la nación pueda ser siquiera esbozada durante un período de tres meses.
Corresponde al próximo Gobierno a instalarse el 16 de agosto iniciar las consultas nacionales a los fines de lograr al menos una aproximación al consenso en torno a una reforma fiscal integral, inclusiva, justa, solidaria que ayude a consolidar el Presupuesto Nacional como ente de desarrollo y justicia social.
Aunque se señala que la presión fiscal es apenas de un 14 por ciento respecto al Producto Interno Bruto (PIB), la verdad es que como ha sido acomodada esa carga tributaria, el peso mayor de su acarreo recae sobre una clase media que apenas le alcanzan los ingresos para respirar.
Las seguridades dadas por el Presidente de que este año no habrá reforma fiscal constituye un motivo de respiro ciudadano, cuyos niveles de angustias se dispararon con la farsa alarma de que se improvisaría otro remiendo tributario.

