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Según la definición de la American Psychiatric Association, las alucinaciones son percepciones con la sensación de realidad de una percepción auténtica, pero sin estímulo externo sobre el receptor sensitivo. Las percepciones aberrantes deben considerarse un síntoma y no una enfermedad. No son exclusivas de población enferma y no siempre indican patología.
Desde hace años, existe la hipótesis de que hay un espectro de predisposición alucinatoria en la población que iría desde individuos psicóticos a individuos sanos sin alucinaciones, pasando por un 10-15% que experimentaría percepciones aberrantes sin otros síntomas de psicosis.
Las alteraciones de la percepción y las del pensamiento pueden presentarse en sujetos considerados mentalmente sanos.
Dado que, en este punto, el límite entre la salud y la enfermedad puede parecer difuso, cobra relevancia la caracterización de los síntomas de los trastornos mentales.
Respecto de la percepción, pueden presentarse ilusiones, que son percepciones malinterpretadas de un estímulo real que pueden ser experimentadas por varias personas. A diferencia de ello, las alucinaciones son percepciones aberrantes que se suscitan en ausencia de un estímulo real.
Las alucinaciones pueden ser auditivas o visuales; en las alucinaciones visuales se perciben puntos, figuras o personas; tienen una prevalencia del 56% en pacientes esquizofrénicos. Celebramos que legisladores piden a voces un Instituto de Salud Mental y Neurociencias, de lo contrario que Dios nos agarre confesados.