De la Restauración a la Guerra de Abril
Este 16 de agosto se cumple el 154 aniversario del Grito de Capotillo, con el cual se le dio inicio a la guerra de la Restauración de la República, anexada a la monarquía española desde el 18 de marzo de 1861, por el general Pedro Santana, quedando así nuestra nación convertida en una provincia, como lo eran en ese momento Cuba y Puerto Rico.
La coincidencia consiste en que ha sido una constante en la Restauración y las guerras de Independencia y de Abril de 1965, la conducta y práctica política de sus líderes, los cuales siguen atados (con muy ligeras excepciones) a los viejos hábitos caudillista del pasado, mientras que el juego partidista” sigue “visto como una carrera hacia el poder, para la satisfacción de ambiciones personales, por medio de alianzas y pactos de grupos y de intereses igualmente personales que” aseguren “la mayor participación posible en las gratificaciones personales y grupales, que supone la participación en el Gobierno”.
Así se han comportado, en mayor o menor medida, tanto los líderes conservadores de la independencia, como los liberales y conservadores de la Restauración y la post revolución de abril del 65. La inmensa mayoría se hicieron, y se hacen ricos, junto a la cúpula de sus diversos y variados grupos clientelares e incondicionales, con los cuales han estructurado un sistema de contubernio que le facilita la impunidad, para hacer de la corrupción un voraz incendio inextinguible, a través de los recursos de las arcas del Estado. En eso parecen trillizos.
La notable diferencia se da en al aporte a la estabilidad política de cada uno de ellos. En esa dirección se destaca, entre los tres acontecimientos, la revolución constitucionalista de abril del 65, la cual ha producido el mayor aporte a la estabilidad democrática de nuestra historia republicana, ya que, después de abril de 1965, a la fecha, tenemos 52 años sin golpes de Estado, mientras que, en los 17 años transcurridos entre la Independencia y la Restauración.
En este período sólo un gobierno cumplió el mandato para el cual fue electo, que fue el de Buenaventura Báez, quien gobernó, sin interrupción, del 24 de septiembre de 1849, hasta el 15 de febrero de 1853, que cuando le traspasó el poder nuevamente al general Pedro Santana, después de unas elecciones. Los demás gobiernos fueron derrocados o se vieron precisados a renunciar, como lo fue el primer gobierno constitucional del General Pedro Santana.
A partir del cumplimiento de esos cuatro años, por parte de Báez, no hubo un gobierno más que fuera electo y no fuera derrocado, hasta que en el año 1882, veintinueve años después, el presidente Fernando Arturo de Meriño, le traspasara el mando, al general Ulises Heureaux (Lilís), quien a su vez le traspasó el mando el 1ro. de septiembre de 1884, a Francisco Gregorio Billini. Sólo esos tres gobiernos, el de Báez, de 1849, al 1853; el de Meriño, de 1880, al 1882 y Lilís, de 1882, al 1884, cumplieron el mandato para el cual fueron electos, hasta que el presidente Joaquín Balaguer el traspasó el mando a don Antonio Guzmán el 16 de agosto de 1978.
Esto quiere decir, que durante noventa y cuatro años, en este país ningún presidente le entregó el poder a otro que hubiese llegado al poder por elecciones.
Volviendo a la Restauración de la República, los catorce años que les siguieron de 1865, al 1879, han sido los más inestables de nuestra historia de lucha por la democracia dominicana, porque Durante esos catorce años tuvimos más de cincuenta levantamientos militares y unos veintiún gobierno, ninguno de los cuales cumplió el mandato, para el cual fue electo.
Como ejemplo de la profunda inestabilidad política durante el tiempo posterior a la Restauración, podemos afirmar que unos de sus tantos presidentes, Ignacio María González, a quien le apodaron “lloviznita”, por lo poco que duraba en el poder, fue presidente en cinco ocasiones; Buenaventura Báez en tres, el general José María Cabral lo fue dos veces y Cesario Guillermo también en dos oportunidades, los otros fueron presidentes por un solo y corto período, como Ulises Francisco Espaillat, Marcos Antonio Cabral y Jacinto de Castro.
Los otros periodos breves de gobiernos fueron ocupados, por un Triunvirato, una Junta de generales encargados del Poder Ejecutivo, Tres Consejos de secretarios de Estado, así como un grupo de Jefes Superiores de Operaciones del Movimiento Unánime Popular.
Así, pasaron esos catorce turbulentos catorce años, fruto de la ambición de poder para buscar riquezas del Tesoro Público, por parte de los generales de la Restauración, quienes quisieron, cada uno anexarse el país a sus bolsillos, como si cada uno fuera la Madre Patria (España).