POR: Dr. Juan Arístides Taveras Guzmán
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La humanidad registra en su historia universal grandes muertos, y en nosotros los dominicanos también, entre los cuales en los últimos días sufrimos profundamente la partida del prominente prelado Jose Arnaiz, luz inspiradora del episcopado dominicano al cual sirvió casi toda su fecunda y prodiga vida, habiéndose destacado notablemente entre otros como recio y acabado académico de los Jesuitas, maestro de maestros, defensor acrisolado de nuestra sagrada iglesia católica, apostólica y romana.
Humanista hasta lo trascendente, secretario general de la universidad católica, asesor de sindicatos y vicario de obispos. Un personaje singular en trato y preparación académica ejemplar, que consagro su vida a servir y enseñar en un mundo y un país como el nuestro, victima de cambios donde en los últimos tiempos hemos visto agrietado, no solamente la propia paz sino hasta nuestra propia democracia y los propios principios elementales.
En el orden personal tuve la honra de que Arnaiz me presentara uno de mis libros y especialmente cuando nos desempeñábamos como Canciller del país, nos reuníamos con frecuencia analizando y planificando los distintos conclaves internacionales que tuvimos celebrándo y preparándo para conmemorarse en nuestro país con motivo del quinto centenario del descubrimiento y evangelización de América, de grata recordación para los dominicanos. También no olvido cuando hasta en programa de televisión donde el magistralmente intervenía como moderador dándole sobriedad angelical a aquella fuente de enseñanza. Confirmando lo que decía a raíz de su muerte sapientemente nuestro original presidente Lic. Danilo Medina Sánchez que nuestra iglesia perdía a uno de sus mejores talentos.
Otro de nuestros grandes muertos de los últimos días se trata de la prestante dama dominicana, doña DEDE Mirabal, la que llego a convertirse en la acrisolada y patriótica alfombra visitada por tantos como hermana de las grandes hermanas Alma, Minerva y Patria Mirabal, hoy referencia indiscutible patrióticas y admiradas por todos los buenos dominicanos, por ser ellas con su muerte conocidas víctimas de la dictadura del Trujillato, que influyo tanto en la caída de que oprobioso régimen. Me uno de corazón al dolor arrastrado por sus familias directas, Jaime David Fernández Mirabal, Minu Tavares y demás familias afectadas.
En otro orden, Don Hipólito Mejía, ex presidente de la republica y amigo; Por Dios, por la preservación del importante partido PRD, la paz y la propia democracia dominicana, se impone por encima de todo y de su propio futuro político que usted no abandone su casa del PRD y con el presidente del PRD , Miguel Vargas Maldonado busquen la forma, cual que sea, de darle a la paz y la futura democracia del país el entendido salvador que los dominicanos esperan de un hombre de su categoría y del nombre que ya usted se ha ganado en la historia dominicana desde el PRD. Hay mucho más, pero no tenemos más espacio. Hasta el próximo jueves.

