En nuestra mente, o esto que así llamamos, ¡misterio!, hay lugares donde el alba no se apaga, rincones de nuestra casa, sus puertas, sus ventanas que dan al mundo de adentro, lo que sentimos cuando exponemos alma y cuerpo a los momentos, a la nostalgia, la vida, y todo lo que se “derrumba”.
He leído Arraiga, un conjunto de poemas exquisitos, de su creadora Argénida Romero; admirable sutileza, sentimientos vivos, sin remedio. Una niña dentro de una casa en la memoria, quién pensaría, o esperaría su fuerza, el ojo agudo, y la decisión firme de escapar con sus trenzas por la ventana, a encontrar el amor, a definir la vida.
Textos breves y agudos, nostálgicos, llenecitos de pureza donde una niña eleva el alma, nos coloca frente a frente al recuerdo dentro del hogar, con los nuestros más cercanos, con las preguntas (soles interiores) y todo lo que ha de faltar hacia delante.
Argénida Romero nació en Venezuela el 20 de diciembre de 1980, es periodista y reside en República Dominicana (nuestra) desde 1990. Habitante de Sagitario ha publicado los poemarios Mudanzas, y Arraiga, Premio Joven de Poesía.
Argénida Romero
“Arraiga”
Conjugación de la nostalgia
La casa deshace los pasos
y ellos muerden el tiempo.
Más allá, la niña mira la puerta.
Nadie espera.
La casa guardará las espinas del jardín
los peces bajo la mesa
la mirada de la niña que no estará
que recordará ese día
cuando cantaban los grillos
las ventanas agitaban su vuelo muerto
y ella, de espaldas, lloraba la huida de sus trenzas.
Tras el muro
la palabra es casi todo
cuando nadie oye
cuando nadie voltea a llamarte
y el casi todo
devora el casi nada que se apaga cuando cierras los ojos
para ensayar tu ausencia
tu casi estar
que se volverá nada
o recuerdo
que es casi lo mismo
y fuera del muro
se amontonan los cadáveres.
La casa
Una casa me persigue,
sus ventanas martillan mis talones,
la marcha fúnebre de su cielo anclado,
cuadro de acuarelas,
donde habita el rumor herido de las canciones de cuna
y unas cuantas aves
dejaron alas como salvavidas
para los ángeles caídos de mi memoria.
Papagayos
A Jaimito
Teníamos un pedazo de cielo
papagayos en blanco
horarios para pensar en presentes
porque a esa edad, la que teníamos,
no existían las cicatrices,
y, por supuesto,
una receta para inventar la lluvia.
Éramos eternos
a las cuatro de la tarde
y los puentes existían para hacer juego con las nubes
lo demás no importaba.
El chico
Conozco tu vocación de duende
carroñero de flores
pies gigantes
la risa que enterrabas en el jardín
y cosechabas a un cuarto para las diez
para no dormir solo
conozco el hueco de la costilla que te falta
refugio de los días soleados
del dibujo de las nubes
del sueño que rompiste mientras corrías a los brazos de mamá
conozco el mundo que se te derrite en la maleta
el arco de tu dedo meñique
el temblor del horizonte cuando volteas la cara
y renuncias a ser tú.
Conjuro
Quisiera encontrar una palabra para rescatarte
una
milagrosa
para detener el vértigo de tus pies
que te cosa raíces una
para anclarte
espantar el cuervo posado en tu boca
devolverte el mar guardado bajo la cama
tus olvidos
una palabra
por ejemplo
viento
y que el viento, no la palabra que lo nombra
transite por las grietas de tus ojos
te regrese
el día que sonreíste sin querer
cuando viste
a la mujer que amaste o
la mano pequeña que fue tuya
una palabra
por ejemplo vida
y que la vida, no la palabra que la nombra
te ayude a jugar
la última partida
antes que el adiós
esa palabra
empiece a ser
nuestra única carta de correspondencia.
Herencia
Tras los pronósticos bienaventurados
de estos colores de feria
reposan todas las batallas perdidas
de las horas muertas
el hasta nunca
el cadáver de la sombra de este lápiz
y la cama donde dormiré
cuando abra los ojos.
Definición
La nostalgia está hecha
de casas que se derrumban.