Desde las perspectivas del Gobierno, 2011 ha sido un año de grandes logros en todos los órdenes, pero sobre todo en el económico, gracias a la estabilidad y el crecimiento del 4,5 que han reivindicado. La oposición considera, sin embargo, que en estos 12 meses los indicadores básicos no muestran mejoría, al tiempo de destacar que los males de la población se agravaron.
Pero lo cierto es que 2011 ha sido un año traumático, que ha cerrado no sólo con un incremento del déficit fiscal, un mayor endeudamiento y con niveles alarmantes en materia de inseguridad ciudadana, impunidad y escandalosas denuncias de corrupción.
Los homicidios en atracos y los feminicidios, que estuvieron a la orden del día, es posible que hayan batido récord. Además de la ola sangrienta la gente no ha cesado de quejarse de la falta de circulante, a causa de lo cual se ha llegado a considerar estas navidades como las frías que se hayan celebrado.
Pero la realidad no es para lamentarse, sino para reflexionar. E incluso para que cada quien saque sus propias conclusiones y diseñe su propio presupuesto, al margen de las siempre positivas estadísticas oficiales o del permanentemente crítico juicio de la oposición. Todos los años, por más difíciles que sean, ocurren cosas positivas y cosas negativas.
Si las estadísticas fueran suficientemente confiables, el balance sería más realista y sincero. Pero ese no es el caso. Los gobiernos suelen maquillar sus resultados para engalanar su imagen con el propósito de engatusar a la opinión pública. Se trata de un viejo mal que algún día tendrá que superarse.
Las fiestas para despedir el año que termina y recibir el que comienza no son el mejor termómetro para evaluar el período. Son simplemente parte de una tradición de la que forman parte la congregación de la familia para compartir una cena, rociar la casa con agua bendita, los saludos fraternales y muchas otras prácticas que varían de una nación a otra.
La estabilidad macroeconómica figura entre los principales logros del Gobierno en este 2011. Sin embargo, la falta de transparencia, el endeudamiento público, la criminalidad y la delincuencia, la crisis del sector eléctrico y los feminicidios convierten en negativo el balance de fin de año.
Las evaluaciones de organismos internacionales son, aunque molesten, un importante testimonio.

