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La forma más común de escapada de la pareja de enamorados era cuando mandaban a la novia a llevar algún recado, o esta decidía visitar a un familiar cercano, salía y por lo regular no hacía lo que había dicho, sino que se iba con su príncipe que ya la esperaba en un lugar convenido por ambos.
Pasadas las horas y al ver que la joven no regresa a su casa, sus familiares la buscan afanosamente pero nadie la ha visto por lo que al final de la noche los padres se acostaban resignados a que se ha ido, pero no hacían comentarios como una forma de guardar la honra de la muchacha en caso de que volviera esa madrugada o que el futuro marido la regrese a su casa al día siguiente por alguna inconformidad en el lecho marital.
Al día siguiente, el novio cumplía con el papel de ir bien temprano en la mañana a la casa de la antigua novia ya convertida en su mujer, haciendo uso de su valentía a expresarle con voz firme a ambos padres que si algo les faltaba en el hogar él lo tenía bien guardado.
No se necesitaba más explicación porque ya todo estaba claro y lo que restaba era darle la bienvenida al nuevo miembro de la familia y escuchar algunos berrinches de un padre que sentía perder la batalla pero que pronto se le pasaría la rabia.
Desde ese momento en la casa de la novia empezaban los preparativos del llamado besamanos, el cual no era más que una reunión familiar que se hacía justo a los nueve días de la novia irse de la casa, con la presencia de los ya marido y mujer, asistiendo los familiares y vecinos para darle publicidad al asunto, recordando que la tradición le impedía a la novia ir antes de ese día donde sus padres.
En dicha reunión los presentes compartían una abundante cena, el novio se pavoneaba alrededor de los demás jóvenes presentes haciéndoles entender sin hablarlo que ha sido el elegido por la joven por encima de todos los demás pretendientes que de seguro tenía la joven, mientras que esta última está muy entretenida con sus primas y amigas más cercanas quienes le preguntan cómo fue todo y de qué manera se lo tenía tan callado, no faltando una de ellas que la sonroja con una de esas preguntas referente a lo sucedido la primera noche, todas se ríen y una que otra regaña a la preguntona pero también quisiera escuchar la respuesta aunque el pudor le dice que debe mostrarse desinteresada.
Es preciso contarles que no se encuentran presentes ninguna de las antiguas novias o pretendientes del marido, pero sí alguno que otro expretendiente de la novia que asiste de forma caballerosa a felicitar el novio y este le da las gracias con cierta ojeriza y se pregunta muy en su interior ¿Qué busca este aquí?, pero en fin todos la pasan bien.
Siempre aparecía la querida tía de la recién empliá como le decían (era una forma de decirle recién casada) dándole consejos a solas, sobre cómo debe ser su relación con su marido para que la relación le dure y pone como ejemplo la relación de los padres de la novia o la de ella misma, advirtiéndole de sus responsabilidades de mujer campesina para que no fracase.
Ya son casi las diez de la noche, la novia hace un aparte y entra a su antigua habitación a recoger su ropa y una que otra cosa para llevarla a su nuevo hogar donde ella es la jefa.
Su hermanita querida y más pequeña le pide que le deje tal o cual prenda de vestir o maquillaje, a lo que ella accede amablemente y le promete llevarla a su casa de visita en los próximos días para que se quede un fin de semana con ella y esta salta de felicidad anhelando desde ya que llegue ese día.
La madre como siempre, no puede evitar algunas lágrimas al expresar a los más cercanos que era esa su mano derecha en la casa, la que le ayudaba en todos los quehaceres y en las confidencias del hogar, pero su comadre más cercana le recuerda que la joven debe hacer su vida así como ella la hizo y lo han hecho las antecesoras mayores que ella, y es ahí cuando la madre reacciona y en su mente empieza a buscar otras alternativas para bandeársela en el hogar.
Llega ya el momento de irse y la joven toma el bulto con sus pertenencias que recogió dándoselo a su marido para que lo cargue.
Y el padre de la joven, bien gracias, fue el que más bebió y el que más disfruto de la velada solo que fue de poco hablar pero resignado.
El autor es abogado.

