Todo el que pasa un balance de este último período de la Cámara de Diputados tiene que, salvo contadas excepciones, llegar a la conclusión de que sus miembros merecen ser desplazados mediante el sufragio de mayo. Esos diputados, en su gran mayoría, no han cumplido con el rol de legislar a favor de las demarcaciones que los escogieron y muchos constituyen una vergüenza para el país.
Para mayo venidero hay la oportunidad de escoger legisladores transparentes, de buena imagen pública y con una clara visión del rol que les atañe, elaborando leyes en lo social, económico, político y jurídico. Para tales fines se requiere de formación académica y jamás poner como imprescindible la posesión de poder económico, ignorándose en muchos casos su procedencia.
Es dentro de ese distorsionado contexto del perfil del legislador que se observa un festival de dueños de bancas de apuestas aspirando a diputados y algunos partidos los asumen de inmediato, presentándolos como ofertas idóneas, aunque no tienen propuestas programáticas y sin la mínima idea de la forma en que se elabora un proyecto de ley. De esa manera la Cámara de Diputados no saldrá de la arrabalización y jamás será un contrapeso del Poder Ejecutivo. Ahí lo que hay es, con excepciones contadas, un tigueraje.
Ese tigueraje, incluyendo a muchos de la “oposición”, sólo ha contribuido a que se dispare la deuda externa a niveles alarmantes. Y los escándalos en que se ven envueltos muchos son sistemáticos. Y cambian de partidos regularmente. Y las dos organizaciones principales los presentan como grandes adquisiciones. Puros tránsfugas.
Uno de los errores que comete un segmento de la población es votar por diputados por el simple hecho de que pertenecen al partido al que simpatizan, sin conocer, muchas veces, el historial de esos sujetos que se acercan a la gente en la campaña, con la única intención del comprar el voto. Más nada.
En las bases del PLD, del PRM, del PRSC, del PRD y de otros partidos hay mucha gente sana. Son las cúpulas que se han convertido en verdaderas compara venta, estimulando el clientelismo, un vicio nocivo de la actividad política, por lo que exhorto al pueblo a no vender su voto y a ser moralmente selectivo al momento de sufragar.