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Cambiantes circunstancias

Cambiantes circunstancias

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Era poco previsible que una pretensión con esas características, prosperara en un entorno elitista, racista y excluyente como el de la época en la cual se producía.

Ella, pese a un origen que no podía calificarse de alcurnia, era blanca como la leche, de buena apariencia y, lo más importante, aristócrata en sus actitudes, que le hacían delirar con el príncipe azul a la altura de la princesa que se consideraba.

Él, en cambio, de mejor procedencia social, negro como la noche, con evidente tendencia a la obesidad, un corazón que brotaba en su pecho robusto.

Firme en sus propósitos que, en esa ocasión, se concentraban en conquistar el amor de esa preciosa joven con quien anhelaba ascender al altar, para lo cual, estaba decidido a hacer lo que fuere necesario.

El padre de él era un capacitado profesional vinculado al gobierno de turno, lo que viabilizó participar en lucrativas obras que en poco tiempo le agenciaron una magnífica posición económica que, como es normal, se reflejaba en el nivel de derroche de los integrantes de su familia, de manera particular en su único hijo varón, quien estudiaba su misma profesión.

Con carro propio, ropa de marca, manejo de grandes efectivos e invitaciones permanentes, obtener el deseado sí resultó menos difícil de lo que en principio pudo suponer. No estaba dispuesto a que se le escapara de las manos su sueño y, para asegurarlo, propuso matrimonio en cortísimo tiempo.

Los primeros años fueron de placeres ininterrumpidos. Comidas en los mejores restaurantes, viajes al extranjero y adquisición de una segunda vivienda en la playa con reiteradas convocatorias a familiares y amigos con todos los gastos incluidos.

Los hijos llegaron tan rápido como las libras en exceso de él y la pérdida del poder del protector de su papá.
La combinación de disminución drástica de ingresos con incremento constante del despilfarro, produjo la lógica hecatombe financiera.

El hombre, de repente, perdió sus encantos. Su piel producía repulsión y su sobrepeso burla. Aquella familia de fantasía se derrumbó como castillo de naipes. La señora se nucleó en torno a los hijos, en una especie de conspiración implacable contra aquel antiguo proveedor, reducido a poco menos que un estorbo.

La depresión no se hizo esperar, con ella, trastornos físicos y el más triste de los finales, acompañado de una fiel mucama y un puñadito de amigos que colectaron, como pudieron, los gastos del funeral.