Violencia y criminalidad crecen y se expanden como carcinoma que corroe el tuétano de la sociedad, tanto así que no se pone el sol sin que se difundan crónicas rojas sobre asesinato, asaltos, robo agravado u otros crímenes y delitos asociados a la delincuencia, como lo acaecido ayer con el reporte de los asesinatos de un sargento policial, un mayorista de periódicos, un carnicero y una muchacha.
Una agobiante inseguridad ciudadana se acentúa a pesar de que el Gobierno se dice ha invertido más de 120 mil millones de pesos en siete años en un programa para desalentar la delincuencia en barrios, sectores residenciales y ciudades de provincia, que en vez de disminuir se expande como agresivo cáncer con metástasis en todo el cuerpo social.
El ejercicio de la violencia se torna también modo de vida en amplios segmentos de la población como lo demuestran los casos del condómine que tras una discusión por un estacionamiento mató de diez balazos a un empresario, al que disparó tres veces en la cabeza después de caer herido y el de un carnicero al que un oficial de la Policía conminó a ponerse de rodillas para dispararle cinco veces, al confundirlo con un ladrón de reses.
Los esfuerzos del Ministerio Público y de la Policía por contener la ola de criminalidad no parecen surtir efectos, porque los robos y asaltos siguen a la orden del día, como el perpetrado por tres delincuentes que asesinaron a balazos en la avenida Duarte a John Paulino Rojas
(El Gago) un laborioso mayorista de los periódicos El Nacional y Hoy .
Ese cuadro de terror se amplía con la muerte a balazos de un sargento policial por antisociales en la autopista Las Américas, que lo asesinaron para despojarlo de su arma de reglamento, como si la vida de un ciudadano tuviera menos valor que guayaba podrida.
El auge de la violencia y criminalidad podría calibrarse, además de las tragedias descritas y de centenares de sucesos similares, por el caso insólito de un teniente de la Policía acusado de sicariato, quien ha advertido a la jefatura de la institución que no se entregará a sus superiores por lo que se vaticina un encuentro sangriento cuando las autoridades puedan localizarlo.
Estado, Gobierno y sociedad están compelidos a revisar el portafolio de programas y acciones que se encaminan para afrontar la agobiante inseguridad ciudadana generada por el incremento de los crímenes y delitos, porque es evidente que las dosis de quimioterapia no han detenido el avance de ese cáncer social.
Además de las medidas de carácter preventivo y represivo para contener la delincuencia, se requiere reeducar a la población en la cultura de la paz y la resolución de los conflictos por vía del dialogo, pues es evidente que una epidemia de la violencia e intolerancia se ha desatado en no pocos hogares dominicanos.
