Salir a las calles de las principales ciudades del país se ha convertido en un gran peligro, y la seguridad de las personas acaba estando en los brazos del más mínimo capricho urbano.

Los tapones y sus subsecuentes gastos de combustibles, accidentes de tránsito, miles de motocicletas, carreras clandestinas de carros, contaminación ambiental, etc., se han convertido en el mundo cotidiano vial, sin que al INTRANT parezca importarle un bledo ese pandemonio que golpea cada vez con más fuerza a la población que sufre estoicamente este suplicio.

La crisis del tránsito ha llevado a la ciudadanía de la depresión a la sinrazón, y las interminables dificultades en calles y avenidas han ralentizado la vida en las ciudades, notándose que antes que resolver el problema, esta administración prefiere ignorarlo, acercándonos esta batahola, a un sardónico punto sin retorno.

La DIGESETT luce impotente y colapsada ante el desafío que a diario tiene que enfrentar, culpa del caos que perturba a conductores y conductoras. Es frustrante ver una ambulancia del sistema 911 pidiendo que le cedan el paso, en medio de la paralización y el amontonamiento de vehículos.

De ahí que dentro de ese cuadro dantesco que no luce preocupar al gobierno del presidente Luis Abinader, recibir la noticia de que la cónsul en Miami, la doctora Geanilda Vásquez y el director del INTRANT, Hugo Beras, inauguraron el tercer módulo de licencias de conducir en esa ciudad, más que alegrar, remite a pensar de que los grandes males del transporte en el país están en un segundo plano en la agenda de las autoridades. La anarquía debe ser la prioridad.

El INTRANT incrementa su nómina ahora con personal pagado en dólares, todo eso a pesar de que ese organismo no ha resuelto un solo de los problemas viales.