Es evidente que el capitalismo y el imperialismo de estos tiempos no disponen de un modelo alterno al neoliberalismo, al dominio del capital financiero, al auge del militarismo y el guerrerrismo como medio de acumulación; a su actual voracidad ecocida, a su consumo dispendioso y a los procesos de gansterización del sistema.
Y es que, dentro de ese entrampamiento, las cúpulas gobernantes-dominantes se limitan a recurrir al Estado, no para cambiar al modelo que las engorda, sino para salvar el gran capital privado y a sus grandes bancos.
Por eso sus gobiernos reiteran ajustes empobrecedores contra los sectores trabajadores, contra los grupos excluidos y lcontra os sectores medios situados al margen del poder; al tiempo de disponerse a saquear intensa y extensamente los recursos naturales, provocando una espiral en el proceso de rebeldías crecientes, a las que responden con más represión dentro de un círculo vicioso y viciado.
Esto provoca la deslegitimización de la dominación neoliberal, caracterizada por la hegemonía del capital financiero y del cohollo capitalista en general, expresada recientemente con más vigor en el auge de la indignación contra sus símbolos, sus representantes y sus nuevos ajustes.
Y esto refuerza la afirmación del investigador marxista argentino Jorge Beinstein: el comienzo del fin de la hegemonía cultural del capitalismo, que abre cauce a las transformaciones revolucionarias desde un sujeto universal anticapitalista en gestación que recupera las memorias populares de formas y convivencias igualitarias y/o solidarias. (Comunismo del Siglo XXI. editora El Tapial. Caracas. 2010).
Todo esto desde una creciente resistencia a la explotación y a la exclusión social, al patriarcado, al racismo, a la xenofobia, a la homofobia, a la dictadura de los adultos y a todas las formas de discriminación; apoyada la nueva alternativa en la idea clave de la construcción de una economía socialista y de un sistema democrático desde lo comunitario, de un relacionamiento dignificante entre los seres humanos y de una actitud de estos respetuosa de la Madre Tierra (obra citada) y reparadora de los graves daños causados a ella por las anteriores formaciones económico-sociales.
Esa es la tendencia de estos tiempos, aunque países como el nuestro luzcan rezagados; no en cuanto a la crisis integral en expansión, pero sí en el orden de las rebeldías multitudinarias necesarias.
Mientras, es evidente el déficit total o parcial en los procesos de formación de las fuerzas de vanguardia y en las respuestas alternativas definidamente revolucionarias, anticapitalistas y prosocialistas que la superación de la crisis y el destructivo proceso de sobrevivencia del capitalismo demandan.