El fluir de la conmiseración
Tener una mirada compasiva hacia quienes sufren, individual o en colectivo, es un valor positivo, mas no lo es cuando es permanente la actitud de ver al otro solo desde la conmiseración, dejando que esta visión arrope sus sentidos.
Pero que “suerte” acompaña a quienes reciben sin más el favor de la compasión eterna, y viven de esos beneficios. Es así como ha devenido la “dicha” del vecino Haití, solo que ese compadecer se alimenta de colocar a Dominicana como el verdugo, visión errada y hasta “ingenua” con que se han dejado atrapar humanistas cuya mirada contemplativa apunta solo para aquel lado.
La piedad hacia Haití se ha centrado en puntos cruciales que se derivan de las condiciones materiales, y los efectos inmediatos de una pobreza que es inseparable de una superpoblación que les empuja a migrar a muchas partes del mundo. Por otro lado están ciertos elementos que forman parte de su historia: su cultura, el primitivismo de su mundo mágico religioso, posesión de un idioma muy de ellos, y el precedente histórico de haberse liberado de Francia. Esos aspectos han sido de gran interés de especialistas de área antropológica, y de la sociología, que ven siempre en Haití como objeto interesante de investigación.
Muchas de las personas que se identifican con Haití, hacen en su imaginario una especie de fusión con la cultura, historia y su realidad material, y con ello van formando una especie de binomio: conmiseración / y reverencia. Esto puede parecer extraño, pero es funcional, y a la postre ha sido beneficioso para la comunidad haitiana, la de allá, y la abrupta población migrante que pesa sobre el territorio dominicano. Es en este contexto que puede ser ubicado el escrito de Basilio Belliard.
Desde el enunciado formulado por Basilio B. no existe un solo Haití, sino varios Haití: “algunos invisibles y otros visibles. Hay un Haití superficial y otro profundo”. Esas apreciaciones parecen estar descubriendo un panorama nuevo y exclusivo de ese país cuya realidad aquí en República Dominicana, es donde más se conoce. Esa situación, además, es algo que acompaña a casi todos los países, comenzando R. Dominicana, la cual arrastra una historia de pobreza y exclusión social que desde hace tiempo convergen cual si fueran varios países en un mismo territorio.
Basta con hacer el contraste entre los barrios dominicanos sindicados como cordones de miseria, (amigados con los ríos, cañadas, cuevas y basureros) y la forma de vida de la llamada clase media, y esta a su vez, con los sectores que ostentan cuantiosas fortunas que les permiten tener gustos y placeres exquisitos, y exhiben una opulencia inimaginable.
Nieve Lidia Emeterio