Opinión

Cartas de los lectores

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La intolerancia es ley
Señor director:
El tema del aborto es el mejor ejemplo del camino sin rumbo y hacia el despeñadero de la sociedad dominicana. Este es un conglomerado movido por los egos, el orgullo de simplemente parar el pecho y la cabeza, la sinrazón de los que desconocen sus circunstancias, sino que los ampara el falso coraje de sólo admitir lo que les interesa.

Una partícula social llena de altivez e irresponsabilidad colectiva va derecho al precipicio. La sociedad dominicana de hoy, como se puede ver en el caso del acápite de ley sobre los abortos, es una catapulta indetenible hacia la sinrazón y la autodestrucción.

Pero las culpas llegan a todos los sectores. A las feministas, a los representantes de la sociedad civil, a los parásitos de los organismos internacionales, a las iglesias, a los grupos humanistas. Todos dan una férrea demostración de que en su agenda de viaje está ausente la palabra concertación y diálogo.

Un tema tan delicado como el aborto no se puede enhebrar para satisfacer preceptos religiosos sobre el derecho a la vida, o para exhibir sobre el tapete un modernismo donde la mujer puede hacer con su cuerpo y su deseo sexual lo que le venga en gana, y luego que llegue el bisturí para acabar con la gestación.

Nadie tiene razón con el tema del aborto. He visto todas las posiciones y me parece que los radicalismos de los planteamientos hacen difícil que se pueda tomar una decisión única. Con el consenso y el diálogo se afinaría una ley donde se respetaría tanto el derecho a la vida del feto, como a la decisión individual de la mujer de suspender el embarazo. En las dos posiciones se obvia que el aborto ya no es un tema personal, no es una decisión individual de una mujer, sino que es un problema social que tiene que ser tratado en una acción colectiva.

Además, los hechos que dirigen hacia el aborto son parte de males profundos dentro de la sociedad dominicana, que van con la imitación de patrones extranjeros donde el sexo es una mercancía o un momento para la diversión y que luego, al día después, venga el brebaje para termina los efectos colaterales.

No es con ñoñerías de sectas religiosas que se podrá controlar el fruto del sexo desenfrenado de niñas de doce años, o de jóvenes que al momento de acostarse piensan que todo lo solucionará la pastilla del tercer día.

Atentamente,
Manuel Hernández Villeta

El Nacional

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