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César y Timón

César y Timón

Eduardo Álvarez

El teatro en todo su esplendor. En la escena inicial de Timón de Atenas, Shakespeare presenta en los actores una mezcla: un poeta, un cazador, un joyero, un comerciante y un prestamista. Junta desordenada que cumple con la intención de Lord Timon al presentar las rarezas del individuo de manera muy lamentable. Objeto del arte que, en el poeta, revela sus afanes por los momentos memorables y lugares emblemáticos.

En un tipo de desfile que muestra el comercio monetario que rige las relaciones humanas, los artistas se ven envueltos en la hipocresía que caracteriza las normas sociales. Se dio en gran medida “la capacidad del pintor para crear ilusiones al ojo y hacen que el espectador acepte una imagen falsa como verdadera”.

Shakespeare hizo posible tornar las ruinas de Roma en telón de fondo de representaciones históricas, que no tienen cabida en el mundo imaginativo del propio Julio César. La tragedia está firmemente arraigada en la historia, lo cual supone una Roma republicana intacta del siglo I a.c. Aquí César se mueve entre dos horizontes visuales: la ciudad imaginada de la antigua Roma y la realidad concreta y cotidiana de su teatro Globe, en el que se representó la obra por primera vez, a fines de la década de 1590. Shakespeare se basó, por supuesto, en fuentes clásicas, principalmente Plutarco, “para dramatizar, en términos sensuales y visuales, una república romana completamente reconstruida”.

La obra no es exacta desde las perspectivas históricas que ofrece la vida del Emperador. ¿Qué representación lo es? El artista no se resiste a crear su universo.

Sin embargo el Bardo ofrece una Roma completa históricamente imaginada y visualmente aceptable, con palacios reales, templos, edificios gubernamentales, calles, casas y estatuas. Esta Roma clásica es el contexto visual en el que se aprecia la pieza, narración dramática que alude continuamente a una puesta en escena clásica, plasmada en la película basada en el Julio César de Shakespeare, de 1953, dirigida por Joseph L. Mankiewicz.

Son notorios los anacronismos de la obra, con sus sombreros, mangas y relojes, detalles cotidianos que vinculan el medio dramático con el presente cotidiano. Shakespeare aplica efectos visuales a propósitos retóricos. Las palabras en su uso dramático revelan la fuerza de la poesía cuando alcanza el cenit.