Si es un para sí, o una cosa en sí misma nos da igual, día a día se producen los elementos que han de darle forma, una llamada telefónica de un banco es un buen ejemplo, una voz nos hace un anuncio y con belleza nos seduce a algo terrible. Así la poesía se nos manifiesta como un oráculo presente, y hasta objetiva.
El poeta Alejandro González nos anuncia una ciudad, y aunque se habla de colisiones de rocas prima el silencio de su visión grisácea donde se anuncian hundimientos y resaltan las horas críticas como los atardeceres donde todo se quiebra en rumbo a la noche dolorosa, perdida.
Su voz es calmada, su protagonista la ciudad es un destino, un ser que somos todos sufriendo o esperando, quién sabe qué nos espera, en silencio al doblar la esquina. Aun así siempre será bella, un punto más allá del augurio.
Alejandro González nació en Santo Domingo en 1983, desconocemos su signo, además de poeta es periodista, reportó para el diario El Caribe donde también coordinaba las páginas dominicales de literatura. Sus libros “La ventana donde me asomo”, y “Esta ciudad ha sido tomada por las piedras” han sido premiados por Ferilibro.
Alejandro González
(Fragmentos)
Esta ciudad ha sido tomada por las piedras
I
La vigilia encuba el destiempo.
Las paredes respiran con terca conciencia la humedad / de este antiguo silencio donde todo sucumbe.
En el atrio el trasiego es ahora una trama entre dos sombras / y el oscuro anuncia que ha llegado la hora / en que los perros ladran espantados al vacío / mientras el vahído crece y / se consuma.
Afuera, el final de la tarde anticipa el duelo.
Frente a la casa / la ensenada se quiebra / y la noche derrama su cauce / coagulado.
II
Oscurece:
Sucede la noche / la negra arquitectura del misterio.
Todo circunda el andamiaje embestido.
Sobre las charcas el día se convierte en una bóveda.
En su quietud reposa el fuego.
Bajo sus límites la ciudad / se va poblando / de silencios.
III
Derrotados los últimos faroles, / el miedo ha conquistado rostros, ademanes.
Su nombre es ahora apenas un rumor de nombre / que esta boca asediada calla sin remedio /(el silencio es su descripción más densa).
A estas horas del oscuro / las estatuas mutiladas agonizan en las plazas.
Allí descubro, ante los pies de un antiguo héroe abatido por el tiempo, / que acá todo acecha cómo desglosas en el polvo, / en la humedad del aire, /ante la ausencia de una luz que retornará dentro de tanto / a reclamar sus pertenencias.
IV
La ciudad esconde ahora una oscura presencia.
En su herrumbre se apagan los últimos trazos / de una luz que ya ha sido vencida, / y voy quedando entre sus ruinas, / entre los restos de una verdad que tiene resquiebros, / a dónde irá a parar el tiempo flagelado / cuando yo regrese a devorar secretos.
¿Quién (me) escucha / quiero saber qué es este mirar entre ventanas / este vivir aquí de lejos / pensando roto entre la gente?
En sus escombros la ciudad contiene un límite / y preguntas (asustado) / si este lugar jamás / será sobrevenido.
XII
El reloj marca su puntual destierro / entre su caduca estatura de cristales / la madrugada amedrenta siervos / bajo una desconcertada luna que cuelga / y se resbala.
Está claro que este lugar / ha sido tomado por las piedras.
XIV
Esta noche nadie sabe tu nombre. / La multitud habla el duro abecedario de las piedras.
Sus voces no te tocan. / esta noche te abandonan las vías que transitas, / cada paso es un desvío que te aleja / a lugares solos.
A plazas olvidadas, / a puertos donde nunca llegan los navíos.
Esta noche nadie conoce tu nombre / y tu rostro, / sólo tu rostro herido se refleja / en el estero.
XXIV
En la avenida solitaria donde rompen las olas, / una boca herida anuncia lo que ha perdido / el mundo en esta noche peligrosa / (el grosor de la penumbra es una isla).
A lo lejos el puerto, la ensenada apacible a donde van a desaguar las cloacas, / la esperanza golpeada por el fétido oleaje del viento.
Yo sé de hombres que han sido tragados por esas aguas.
El mar despiadado apenas devuelve sus pertenencias.
¿Quién los recuerda a la mañana siguiente?
Garabato
Esta tarde severa / de cristales rotos y postes averiados / el otoño garabatea la cima de los edificios / con su luz ceniza / en este extremo / la ciudad es abofeteada por un viento / que se desata con fuerza y / despeina las veredas / los árboles espantados / se deshojan sobre los incautos transeúntes / impulsados a correr por la amenaza / inminente de la lluvia /esta tarde / la ciudad es un ángulo:
Desde aquí ya se ven las luces de tu barrio / al fondo, a lo lejos, donde / suenan los disparos.