En su discurso ante la Asamblea Nacional el presidente Danilo Medina dijo que él había iniciado una nueva forma de gobernar en nuestro país. Nada más lejos de la verdad, como lo evidencia su propia disertación en la misma línea populista de siempre. El suyo fue un discurso reeleccionista, de corte clientelista, marcado por la ausencia de temas fundamentales y cargado, como siempre, de nuevas promesas.
No es cierto que vivamos en un país más justo. No es verdad que la pobreza esté retrocediendo en la República Dominicana.
Se pretende impresionar a la población con datos y ejemplos particulares mientras de dejan de lado las cuestiones de fondo.
Se habla de escuelas construidas y se utiliza el cliché de una supuesta revolución educativa, mientras se calla la cuestión esencial de que el modelo educativo vigente sigue produciendo jóvenes con serias deficiencias formativas y escasa capacidad para abordar los problemas fundamentales de la vida.
Se habla de la reparación de algunos hospitales, pero no hay una palabra sobre la crisis del modelo de salud y la impostergable necesidad de superarlo de una vez por todas por otro basado en la prevención y en la atención primaria y que garantice una atención universal de calidad.
El presidente tampoco dijo nada de un sistema de seguridad social que está agotado y sobre el hecho de que el gobierno no haya esbozado planes al respecto en los dos años y medio que lleva de ejercicio.
Es insólito que el presidente Medina haya anunciado el otorgamiento de los beneficios de SENASA a casi 30 mil efectivos de la Policía Nacional sin hacer referencia al Instituto de Seguridad Social de la Policía Nacional (ISSPOL) y a su papel en un nuevo esquema aparentemente fruto de la demagogia y la improvisación.
El modelo económico sigue concentrando la riqueza y reproduciendo la pobreza. Los cuatro principales tipos de empleo que se crean en la República Dominicana siguen siendo el motoconcho, el trabajo doméstico asalariado, en salones de belleza, y en colmados y deliveris. La mayor parte de los trabajadores reciben salarios muy bajos o paupérrimos. En declaraciones anteriores el presidente había dicho que con esos salarios no se podía vivir; en su discurso no dijo ni jota acerca de qué se propone hacer para mejorarlos tanto en el sector público como en el privado.
Evadió el tema de la inseguridad y zozobra en que vive el pueblo dominicano, destacada en la última carta pastoral de los obispos católicos, pretendiendo resolver el asunto diciendo que la criminalidad había descendido en 2014.
Obvió la ausencia de una política de vivienda ofreciendo el ejemplo de los proyectos concretos que resolverían la situación de algunos miles de familias mientras la inmensa mayoría sigue viviendo sin techo decente. No es cierto que tengamos “un crecimiento económico con extensión de los derechos sociales”. La República Dominicana es, precisamente, un ejemplo de lo contrario: el de un país en el que se combinan el crecimiento económico con la reproducción de la pobreza y la desigualdad.